Cerca de 50 personas ajustan los últimos detalles técnicos y logísticos, mientras los alumnos de los tres colegios invitados copan las sillas y las gradas del coliseo del centro educativo Freire Stabile, en el centro del cantón Playas.

Es el mediodía del viernes 6 y la charla 56 –de las 60 contempladas en la segunda fase del programa Revolución preventiva– está por iniciar.

El orador, el pianista argentino Raúl Di Blasio, ha llegado minutos antes. Entra a una oficina del colegio acoplada como camerino, con agua, bocaditos y un colgador para trajes.

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Aguarda mientras desde el escenario un funcionario de la Gobernación del Guayas, entidad a cargo del proyecto, presenta dos videos de las charlas en otros colegios. En las dos pantallas ubicadas al costado se ve a jóvenes contando sus problemas de soledad, de la falta de comunicación con sus padres y el consumo de drogas.

Vestido de jean, saco azul y gafas, Di Blasio entra al escenario que tiene un cortinaje negro de fondo, luces, un sofá blanco y un piano con las especificaciones que ha demandado.

Su interacción con los estudiantes es instantánea cuando pide, al igual que en otras charlas, que levanten la mano quienes no lo conocen. La mayoría la eleva. Di Blasio responde que probablemente sus padres hayan escuchado de él. Y alude al desafío de su presentación: “Con uno de ustedes que reaccione, nos vamos felices”.

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El Piano de América advierte, dos veces, que no es un doctor, psicólogo ni experto en drogas, solo un artista que nació en un pequeño pueblo de Argentina, que con ayuda de sus padres logró lo que es ahora.

Durante los primeros minutos de su intervención, de una hora y 15 minutos, reparte rosas y muestra fotos de sus padres, de la casa de ladrillos donde vivió, la vivienda en la que aprendió a tocar piano para demostrar que “Di Blasio no nació en cuna de oro”.

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La música llega tras la muestra fotográfica. Eso emociona a unos, mientras que otros, en las gradas, parecen distraídos. Luego cuenta que a los 7 años, al aprender a tocar piano, recibió burlas. Sus compañeros le decían ‘mariquita’, ‘mujercita’.

Entre el relato, el equipo de la empresa H.D.C. Producciones graba, capta fotos y está atento a pasar el micrófono cuando el pianista, que desde el 2006 ha dado conferencias en otros países, interactúa con los chicos, a quienes pide hacer deportes.

H.D.C. Producciones, que ganó un contrato por $ 175 mil con la Gobernación para organizar en las fiestas octubrinas el concierto de Olga Tañón y dos artistas ecuatorianos, está a cargo de las charlas de Di Blasio, su logística e implementación.

El contrato, que se inició con las charlas en noviembre y que terminarán el martes próximo, fue por $ 1,79 millones, es decir, cada evento costaría $ 29.866.

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Según los documentos, la Gobernación usa recursos del rubro ‘Espectáculos culturales y sociales’ para el proyecto. Destinó $ 700 mil del presupuesto del 2014 y utilizará $ 900 mil de este año fiscal.

“Durante las conferencias, el señor Di Blasio abordará la problemática de las drogas en niños, niñas y adolescentes; la forma de evitar el consumo; sobre los tipos de alcaloides y acciones a tomar en caso de chicos que sean adictos”, dice un documento del proceso.

De las drogas, Di Blasio hace referencias casi al final. En Playas cuenta de una estudiante que tenía conocidos que consumían drogas y por decirlo fue golpeada. Por eso, de manera general, pregunta al auditorio si creen que hay chicos que usan drogas. La respuesta es sí. También habla de un joven a quien conoció en una charla y consumía drogas. Dice que el chico recibió rehabilitación. “Él pidió ayuda a la Revolución preventiva”, sostiene. (I)