¿Qué sector patrimonial tiene Guayaquil para ofrecer a sus ciudadanos y turistas?

La pregunta tiene una respuesta inmediata que apunta al tradicional barrio Las Peñas, donde resaltan algunas casas hechas con madera y que son parte de la arquitectura republicana que tuvo la ciudad a fines del siglo XIX.

Aunque es el lugar más visitado por los turistas y que tiene una mayor convocatoria cuando se celebran las fiestas julianas y octubrinas, Las Peñas no es solo esa referencia de la historia arquitectónica y patrimonial de Guayaquil.

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Dos historiadores de la arquitectura de Guayaquil, Melvin Hoyos y Florencio Compte, destacan que la ciudad tiene una rica historia que es desconocida por los habitantes de la capital guayasense.

"Quién se puede imaginar que las casas colectivas de la calle Ximena pueden llegar a ser consideradas como patrimonio por sus características de construcción, por ser las primeras (de este tipo) que se hicieron (en la ciudad)", refiere Hoyos, director de Cultura y Promoción Cívica del Municipio porteño.

Solo en la ciudad hay 521 edificaciones patrimoniales establecidas por el Instituto de Patrimonio Cultural (IPC), que abarca inmuebles, plazas, iglesias.

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Melvin Hoyos señala que en Guayaquil hay cuatro clases de arquitectura bien definidas y que la gente puede apreciar tres de esas.

La primera fue la arquitectura colonial, que se perdió con los incendios del 5 y 6 de octubre de 1896 y el de junio de 1902.

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Las casas coloniales, hechas de madera, se caracterizaban por tener el mismo tipo de fachada y porque se abrían hacia un patio central. La fachada tenía una galería frontal muy amplia que funcionaba como un balcón corrido.

"Esa galería frontal estaba conformada por arcos que eran de media circunferencia o media elipse; estos arcos tenían toldas que permitían controlar la entrada de rayos solares cuando pegaba el sol al frente de la casa", explica Hoyos.

En el libro ‘Testimonio y memoria de la arquitectura histórica de Guayaquil’, de Pablo Lee, Florencio Compte y Claudia Peralta, se destaca que las viviendas de madera tenían elementos como ventanas de chazas, tímpanos de ventanas, pórticos calados, galerías interiores, cielos rasos y cornisas.

A partir de 1870 se hicieron algunos cambios en la estructura de las viviendas, como agregar el intercolumnio (espacio entre las columnas que sostenían el arco), alegorías forjadas de hierro o calado de madera.

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Las viviendas, que pasaron de coloniales a republicanas, tenían en la planta baja una bodega y área comercial; en la planta alta, dormitorio y área social; y en la segunda planta, dormitorios, sala de estar familiar, comedor y cocina.

En la arquitectura colonial y republicana las cocinas quedaban en la parte alta como una forma de precautelar la seguridad de los habitantes, ya que en caso de un incendio en esa área bajaban de inmediato o iban al patio.

Estas viviendas de estilo republicano se conservan aún en Las Peñas y en el Parque Histórico (avenida Samborondón), señala Hoyos.

Con tinte neoclásico

La tercera etapa de la arquitectura de Guayaquil llegó con los arquitectos italianos que impusieron una nueva técnica constructiva basada en el hormigón armado y con características neoclásicas.

Este tipo de arquitectura se lo encuentra en unas 40 edificaciones como el Palacio Municipal, la Gobernación del Guayas, la casa Rogelio Martínez (donde funciona la Segunda Zona Militar, en 9 de Octubre y Rumichaca), la casa Julio Guzmán (Baquerizo Moreno y P. Icaza, esquina), el Consulado de Mónaco (9 de Octubre y Escobedo, construido en 1916), entre otras.

En el libro ‘Testimonio y memoria de la arquitectura histórica de Guayaquil’ se destaca, además, que este tipo de construcciones predominaron entre inicios de 1920 y finales de 1930 y que fueron parte de una arquitectura denominada "culta" de las clases pudientes de la época.

En estas edificaciones sobresalen elementos clásicos: órdenes, columnas, edículos, frontones; no obstante, se recalca que la arquitectura no se ajusta ni estilística ni cronológicamente a un periodo determinado de la arquitectura europea.

Melvin Hoyos menciona a los italianos como Francisco Macaferri, Luigi Fratta, Rocco Queirolo y a los españoles como Joaquín Pérez Nin y Francisco Manrique como los responsables de esta etapa. Son, a la vez, los fundadores del Colegio de Arquitectos y de las primeras escuelas de diseño arquitectónico que se consideran adscritas a la Escuela de Ingeniería.

El historiador señala otras edificaciones, la Cárcel Municipal (1896) y la Casona Universitaria (1902 y reconstruida en 1915) que fueron hechas de hormigón armado y madera, por lo que son consideradas patrimoniales por ser las primeras de este tipo en la ciudad.

La caída del precio del cacao y la crisis mundial afectaron a la economía nacional, por lo que se dejan a un lado las construcciones clásicas -que eran costosas por los ornamentos- para pasar a unas más sencillas y funcionales. A esta cuarta etapa de la arquitectura guayaquileña se la denomina racionalista.

El historiador y decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica, Florencio Compte, señala que la arquitectura moderna racionaliza más los espacios, se deja lo estético y se pasa a algo más funcional.

"Hay cambios en la composición social, hay cambios culturales, económicos, estos cambios dialogan entre sí y generan una nueva propuesta en la arquitectura", señala.

Estos cambios sociales se dan, por ejemplo, porque las familias son menos numerosas y entonces buscan viviendas con menos espacio.

Es así como se empiezan a hacer, desde la década del 40, edificaciones racionalistas como la Biblioteca Municipal, la Casa de la Cultura, las Casas Colectivas y urbanizaciones como barrio Obrero o del Seguro (1946-1952), barrio Orellana (1948-1952), Unidad Vecinal Sur o ciudadela 9 de Octubre (1952-1962), ciudadela Bolivariana (1957-1962).

Hoyos anota que muchas de estas construcciones son realizadas ya por arquitectos guayaquileños como Héctor Martínez y Guillermo Cubillo.

Modernismo

Desde finales de 1970 hasta la actualidad se han levantado edificaciones modernas que aún no están encasilladas dentro de un periodo de la arquitectura guayaquileña.

Aun cuando se mantienen estos inmuebles, los guayaquileños siguen sin conocer y valorar el patrimonio arquitectónico que poseen. "Solo se limitan a edificaciones de tipo clásico como el Palacio Municipal o el antiguo hotel Crillón (donde funcionan algunas direcciones municipales)", señala Hoyos.

El Instituto de Patrimonio Cultural y el Municipio de Guayaquil están a cargo del cuidado de estas edificaciones, pero el desconocimiento ocasiona que quienes son propietarios de esos edificios patrimoniales o alquilan no tengan el cuidado debido.

"La gente debería llegar a entender que el vivir en una edificación patrimonial requiere una responsabilidad social, porque está viviendo en un bien que les pertenece a todos y no solo a ellos", indica Compte.

Hoyos agrega que una alternativa para que la población identifique los edificios es que se coloquen placas en las estructuras, en las que se detallen nombre, año de construcción y año en que fue declarado patrimonio. El historiador manifiesta que debe ser un trabajo conjunto entre el Municipio porteño y el INPC. (I)