Ingresar al Refugio PANA (Protección y Ayuda a Nuestros Animales) significa llenarse de pelitos, recargarse de energía positiva y contagiarse de la sincera y pura alegría de cada uno de los perros y gatos que conforman esta fundación, que actualmente acoge a más de 300 animales que han sido salvados de diversas situaciones que ponían en peligro sus vidas.

Ellos ahora cuentan con un hogar y atención médica y emocional permanente gracias a las gestiones de una joven lojana, radicada en Guayaquil, que ha logrado hacer realidad su sueño de rescatar a los peluditos indefensos. Desde pequeña, Katiuska Delgado mostró un gran interés por el cuidado y el respeto por los animales, así como una profunda sensibilidad hacia aquellos que sufren y que “no tienen voz”.

Todo comenzó cuando ella tenía tan solo 6 años de edad y, con la ayuda de su padre rescató a Guapo, su primer cachorro, que estaba siendo agredido por unas personas en las calles del centro de Loja. “Sentí algo adentro de mi corazón que dijo: ‘yo tengo que hacer algo por los animalitos indefensos’. Y mi papá me dijo: ‘Esto de salvar a un animalito sin voz nos permite ser la voz de estos indefensos’. Desde ahí yo me agarré de ese discurso que él me dio”, señala la rescatista.

Desde entonces su amor por los animales, así como el número de perros y gatos que encontraba en la calle y que llevaba a su casa no hizo nada más que aumentar. Finalmente, hace quince años tomó la decisión de constituir oficialmente, en la urbe porteña, la Fundación Refugio PANA con el objetivo de rescatar, rehabilitar y encontrarle un hogar permanente a los perros y gatos en situación de abandono que ha logrado salvar.

“Ellos me ayudan a conectarme con la vida, ellos también me han salvado, ellos se convirtieron en mi sentido de vivir. Mi papá desde muy chiquita siempre me hablaba de los filósofos, de Aristóteles, de Platón, y él me decía que cada ser humano debía tener un sentido de vivir; si no tienes un sentido de vivir, tu vida va perdiendo el horizonte, va perdiendo valor. Entonces desde chiquita yo estuve preocupada por encontrar mi sentido de vivir y encontré mi sentido y mi refugio en el rescate”, cuenta la joven, que comparte su labor rescatista con su carrera como psicóloga clínica.

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Además del rescate, rehabilitación y adopción de perros, Katiuska también está comprometida con la concienciación e importancia de la adopción de animales y la responsabilidad que implica tener una mascota. A través de charlas educativas, eventos y campañas de difusión en redes sociales, ella busca sensibilizar a la comunidad sobre cómo se debe respetar y cuidar a los animales, así como de rescatarlos si es que se encuentran en riesgo.

“Cuando rescato un animal, yo no digo que voy a cambiar el mundo, pero sí cambio el mundo de ese animal, la realidad de ese animal que es rescatado, debemos empezar por nuestro entorno… Siento que eso es la que nos falta como sociedad, el darnos cuenta un poco de qué está pasando dentro de nuestros entornos y qué podemos hacer nosotros para mejorar, para poder encontrar soluciones”, menciona la psicóloga, quien a lo largo de su vida ha tenido que lidiar con los comentarios o acciones de personas que no aprueban su labor y entrega como rescatista.

Foto: El Universo

Gracias al arduo trabajo y la dedicación de Katiuska, quien además ha tenido que batallar con sus severas alergias a los peluditos, la Fundación Refugio PANA se ha convertido en una referencia en el rescate de perros y gatos en la ciudad, siendo reconocida y apoyada por personas y organizaciones que comparten su amor hacia los animales.

Su fundación, que es de total autogestión, cuenta con amigos y voluntarios comprometidos que trabajan incansablemente para asegurarse de que cada perro o gato reciba la atención y el cuidado que necesita. “Los animalitos que tenemos en el refugio son animalitos enfermos, la mayoría con cáncer, con patologías incurables, entonces yo velo por ellos, por los que se quedan aquí”, apunta Katiuska sobre los rescatados que se quedan a su cargo, de los cuales, a muchos, con profunda tristeza, ha tenido que darles el último adiós, ya sea por su avanzada edad o por males incurables que han estado padeciendo.

La rescatista también resalta que ella solo da en adopción a los animales “que ya están totalmente sanos”, puesto que los otros necesitan un cuidado especial y no quiere “que sean nuevamente abandonados”, más bien desea brindarles cuidado, amor y una segunda oportunidad en la vida.

Katiuska Delgado demuestra que para ayudar a los más indefensos no hay obstáculo, y que con determinación, pasión y compromiso es posible cambiar la vida de aquellos que más lo necesitan. Su ejemplo inspira a muchos jóvenes a seguir sus sueños y a crear un mundo mejor para todos los seres vivos. “Es importante que vean cada proceso, que no desvaloricen su función dentro de sus entornos, que vean cada animalito que han rescatado, que han salvado y que cada uno de ellos es un logro”. (I)