“Haranse a un lado conmigo, ya voy, yo ya voy”, expresa a la distancia Juan Carlos Morales, jugador de pelota nacional, mientras ingresa a la cancha Wilson Dalgo, ubicada al sur de Quito. Termina el juego y pierde, pero volverá por la siempre esperada revancha, inyectando su sal, característica de la mayoría de practicantes de este juego.