La ‘Saeta Rubia’

Por Otón Chávez Pazmiño ochavez@parquedelapaz.com En algunos de mis artículos siempre he señalado que mi primer ídolo del fútbol nacional fue el verdadero Chivo, José María Jiménez Díaz-Granados, quien fuera fundamentalmente interior derecho del C.S. Patria, inicialmente; luego del Emelec y de la selección nacional. Y por coincidencias de la vida, ya en su época de futbolista retirado, llegamos a jugar juntos en los encuentros barriales o en los partidos internos del Guayaquil Tenis Club (GTC).Solo con darle la mano en el Boca-9 de mi juventud era un enorme gustazo. Pero mi ídolo internacional fue otro y se los cuento. En los primeros días de diciembre de 1947, siendo yo un muchacho estudiante, pero ya aficionado al fútbol, adquirí la revista argentina El Gráfico en cuya portada estaba, copándola totalmente, el goleador riverplatense Alfredo Di Stéfano en posición de patear la pelota, y que para mi asombro llegaría a Guayaquil en esos días para el Sudamericano que se jugó totalmente en el Capwell.Repito, muchachito aún, pegué esa tapa de la revista en mi escritorio de estudiante y allí lo tuve a mi ídolo por muchos años más. Recuerdo nítidamente su actuación, que aunque no vino de titular, al segundo juego de la selección argentina se lesionó René Pontoni y el resto lo jugó la Saeta Rubia. En el partido Colombia-Argentina, Di Stéfano comenzó con un toque a Tucho Méndez, que se lo devolvió al instante y Di Stéfano no aflojó la pelota hasta que, sorteando rivales, metió el tanto que iniciaba la goleada. El estadio Capwell se quedó mudó de asombro.Argentina fue un meritísimo campeón con Julio Cozzi en el arco; Marante y Sobrero en la defensa; Yácono, Perucca (Néstor Raúl Rosssi) y Pescia, en la media; Mario Boyé, Tucho Méndez, René Pontoni (Alfredo Di Stéfano), José Manuel Moreno y Félix Loustau en la delantera. Y claro, me hice fanático de la Saeta Rubia. Regresó a Argentina; se fue bien pagado a Bogotá por el Millonarios colombiano, junto a Néstor Rossi, y vino con ese equipo algunas veces a Guayaquil; regresó a Buenos Aires y de allí saltó al Real Madrid.Las veces que vino el campeón madrileño siempre estaba admirando al brillante jugador que deslumbró al mundo entero y del que ya era hincha.De más está decir que mis equipos fueron y son River Plate, Millonarios y Real Madrid, pero claro queda otra realidad por contar a mis pacientes lectores.En mayo de 1991 Nasib Neme reinauguró el renovado Capwell invitando a Guayaquil a mi ídolo Di Stéfano y al otro brillante centrocampista, también de River, Millonarios y la selección argentina, Néstor Rossi.¿Ustedes vieron alguna vez a Rossi? Era una maravilla. Alguna vez lo trajeron a reforzar al club Patria guayaquileño para un compromiso internacional. Por mi parte, en Buenos Aires lo visité en una parrillada que tenía con Pontoni y había que hacer larga cola de espera para poder darles la mano.Pero yo les decía que en mayo de 1991 los dos, Alfredo y Néstor Raúl, estuvieron en Guayaquil y yo me arreglé con Jorge Barraza para conversar por primera y única vez en mi vida con la Saeta Rubia. Desayunamos juntos en la cafetería del Hotel Oro Verde y el astro conmemoró conmigo su estadía de 1947.En el bulevar 9 de Octubre y la calle Pedro Carbo, donde estuvo el hotel Embassy, de los hermanos Patiño, estaba alojada la selección argentina.Ese de hace 22 años fue para mí, uno de los mejores desayunos de mi vida. Nos despedimos con un fuerte abrazo, como si nos conociéramos por siempre, y Di Stéfano se fue a Salinas con Néstor Raúl Rossi, la Voz de América, ambos invitados por la familia de Nasib Neme por toda una semana. ¡Qué suerte!Cuánta alegría observar al crack, presidente honorario del Real Madrid, con la foto del River Plate, y estando en la alineación mundial de todos los tiempos según la prestigiosa revista inglesa World Soccer, en un especial que publicó nuestro diario el domingo anterior.Y qué placer de mi parte haber acertado desde mis 13 años con ser hincha de un extraordinario jugador y un ejemplo como ser humano. Por ello, Alfredo Di Stéfano, a sus 87 años, merece los aplausos del mundo entero.

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