“No estudies, no trabajes; sigue jugando fútbol”. En la memoria del brasileño Paulo César aún rondan aquellas palabras que en su infancia solía oír de sus cuatro hermanos y que ahora –a sus 66 años y tras haber dedicado dos décadas de su vida al profesionalismo– le gustaría haber desobedecido.

Así lo reconoce, con una sonrisa porque no sabría hacerlo de otra forma. El paso del tiempo no ha mermado la vivacidad ni el buen ánimo de esta gloria de Barcelona, equipo que afamó a Joao Evangelista Santiago Dino Pires, verdadero nombre de Paulo César y el cual era “muy difícil de narrar para los periodistas” en su natal Recife. El exatacante marcó 61 goles en apenas tres años como torero (1982, 1983 y 1984).

Para comprender lo que la Bruja –bautizado así en Ecuador por su nariz pronunciada– admite arrepentido hay que saber que su carrera como delantero comenzó mucho antes de llegar a nuestro país. Sucedió inevitablemente, porque “era vago; todo futbolista debe serlo”, bromea. “Desde que tenía ocho o diez años, la gente me miraba (jugar) y me decía que fuera a un club profesional a probarme”, contó a EL UNIVERSO. Así, recuerda, pudo debutar a los 17 años en primera división con Moto Club de Sao Luis (estado del Maranhao).

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Paulo César es una leyenda en la ciudad de Fortaleza (estado de Ceará) por lo que hizo luego en Ferroviario. Fue letal. Sus 88 goles en 137 partidos –recordados con emoción todavía en unas cuantas páginas de internet dedicadas al exariete– bastaron para que probara suerte fuera de Brasil. Vino a probarse en el club canario, en 1981, pero fue Liga de Quito el que lo acogió finalmente y lo incluyó en sus filas.

Llega a Ecuador en 1981

“A mí me dijeron (un empresario) que yo venía a Barcelona; pero cuando llegué el cupo (de extranjeros) ya estaba cubierto”, relató. Para aquel año, en el cuadro amarillo figuraban los brasileños Alcides de Oliveira, Víctor Ephanor y Carlos Gardel, y el golero argentino Juan Domingo Pereyra. “Entonces, quien me trajo me dijo: ‘Vámonos a Quito, a ver si te dan chance’”. Y así fue.

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De los albos, Paulo César guarda los mejores recuerdos. No solo fue goleador del torneo –25 tantos– y vicecampeón nacional, sino que además hizo amigos que actualmente le son imposible desconocer: Ricardo Armendáriz y Ecuador Figueroa. “Soy amigo de todos y no tengo preferencias; pero uno debe ser grato y sé respetar lo que ellos (el Bocha y Tiburón) hicieron por mí. No es por el tiempo que haya pasado con ellos en Liga, sino por la amistad que me brindaron”.

Aquella etapa de goles, celebraciones y camaradería que vivió la Bruja en su primera temporada en el país se vio empañada por el fallecimiento de su primera esposa. Entonces debió velar solo por su hija Cristhiane, nacida apenas hacía un año. Tuvo luego otros tres hijos con su segunda mujer.

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Brillante etapa amarilla

A Barcelona, Paulo César llegó como figura romperredes, si bien en su primera campaña con los toreros, en 1982, su peso ofensivo individual se vio opacado por el Apache Alcides, principal artillero canario. Sin embargo, ese año repitió como subcampeón nacional. Finalmente, la Bruja se adjudicó el título de máximo anotador del torneo de 1983, con 28 goles, que elevaron su fama.

El reconocimiento popular se puso en evidencia cuando protagonizó –junto con el nadador Jorge Delgado Panchana y otras figuras del deporte ecuatoriano– un comercial televisivo de Quaker. Paulo César aún recuerda ese capítulo, en medio de carcajadas, por las “incontables” veces que debió repetir una misma escena.

“Yo decía (ante las cámaras) ‘Quaker es Quaker y lo demás es cuento’ (y lo bebía). Pero me respondían ‘está mal esa toma, ¡vamos, otro vaso más de Quaker!’. ¡Tomé como cinco vasos de Quaker!”, contó la Bruja, todavía hoy con acento y palabras del portugués, lengua materna que 37 años después de haberse radicado en Ecuador sigue intentando castellanizar.

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Como ariete, el flaco Paulo César compensaba con oportunismo en el área lo que le había sido negado de corpulencia física. Notable cabeceador, descifraba bien en qué lugar ubicarse para enviar el balón a las redes. “Si me daban chance en el área, las metía todas”. Intentaba siempre emular a Roberto Dinamita, revela, ídolo carioca de Vasco da Gama de las décadas del 70 y 80.

Pese a no haber sido campeón con Barcelona, Paulo César se muestra complacido por lo que hizo con la camiseta amarilla y no cree estar en deuda con nadie. “Siento satisfacción y tengo la cabeza erguida, porque salí goleador (con los toreros, en 1983)”.

Hasta hoy se identifica con el equipo canario, que incluso lo reconoció en 2017 como gloria de los amarillos y le otorgó un palco junto a otros ídolos de todos los tiempos. “Es una satisfacción haber pertenecido a Barcelona. Me dio fama y yo le di todo cuanto pude”.

Ese dar ‘cuanto pudo’, precisamente, lo transformó en goles; pero con los toreros le es difícil escoger uno en particular por encima de los demás. Sí menciona con emoción, cuando se le pregunta por el Clásico del Astillero, los tantos que le anotó al exportero azul Israel Rodríguez, con quien no pudo coincidir años más tarde en Filanbanco. Paulo César llevó luego sus goles y su celebración con puños levantados por Nueve de Octubre y Deportivo Quevedo, donde se retiró a sus 40 años.

‘No necesito millones’

De su paso como profesional hasta 1993, la Bruja no lamenta no haber aprovechado más que para tener una casa propia en Fertisa (sur de Guayaquil); sin embargo sí se arrepiente de haberle dedicado más tiempo al fútbol que a su familia.

“La vida de un futbolista no es fácil. Uno debe hacer sacrificios. Yo llegué a pasar 22 días concentrado sin ver a mis hijos, por estar jugando Copa Libertadores. Si pudiera volver a nacer, preferiría haber estudiado (una carrera universitaria)”.

No obstante, afirma: “Las cositas que tengo se las agradezco al fútbol, las pocas cosas que tengo. Es suficiente para mí y no tengo la necesidad de tener millones (de dólares)”.

Tras haber cesado de su actividad como tramitador en el Puerto Marítimo, hoy Paulo César ya no trabaja, no tiene ingresos fijos; solo disfruta del reconocimiento en la calle –“no de muchachitos, sino de viejos como yo”– y pasa sus días con los amigos que le dejó el fútbol en la Asociación de Excracks de Barcelona y Afines. “¿Qué más uno tiene que hacer? A esta edad no queda más que disfrutar la vida”, dice con la sonrisa que exhibía antaño, tras cada gol. (D)

Pese a no haber sido campeón con Barcelona, siento satisfacción y tengo la cabeza erguida porque fui goleador (torero, en 1983).Paulo César, exatacante de Barcelona