El próximo 1 de mayo, Barcelona Sporting Club, el equipo más popular del Ecuador, celebrará sus 100 años de vida institucional. Un siglo de historia, de hazañas, de ídolos, de sufrimientos y glorias. En ese viaje centenario hay nombres que se graban a fuego en la memoria del hincha. Uno de ellos es sin duda el de Nicolás Asencio.
Fue campeón nacional en 1997, pieza clave en la recordada campaña de la Copa Libertadores 1998 —en la que Barcelona llegó a la final— y uno de los responsables de salvar al club del descenso en el turbulento año 2000.
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Sus más de 80 goles con la camiseta amarilla lo ubican entre los máximos artilleros históricos del club. Sin embargo, más allá de las cifras, su legado está marcado por el corazón con el que jugó cada partido. Su presencia en la cancha era símbolo de liderazgo, coraje y amor por los colores. Asencio no solo fue protagonista en los momentos de gloria, también lo fue en los capítulos más difíciles.
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A pocos días de que Barcelona SC celebre sus 100 años de vida institucional, el exfutbolista habló con EL UNIVERSO sobre su paso por el club y lo que significa ser parte de esta historia centenaria.
¿Qué significa para ud que Barcelona cumpla 100 años de vida?
Primero, darle gracias a Dios de haberme permitido estar en la historia de Barcelona. Yo creo que al menos uno tiene un sueño de chico de llegar algún día a ser un profesional. De pequeño me gustó el fútbol, este me encantaba y en ese tiempo no había escuelas de fútbol. Sin embargo, ya miraba, veía a la gente en una esquina, que ese tiempo, pues, no es como ahora... Pero veía en una esquina, creo que había un televisor por barrio, ahí se amontonaban a ver y eso me llamaba la atención y veía lo que era Barcelona en esa época.
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Y después, llegar a ser parte de Barcelona y de la historia del club; imaginarse que estamos a pocos días de cumplir 100 años es una locura y hoy recién uno se da cuenta de lo que pude haber hecho más allá de lo que hice. Entonces, feliz y agradecido con Dios de haber podido pertenecer a esa camiseta tan gloriosa como la de Barcelona.
Hoy se dice mucho “ganó a lo Barcelona”, pero ¿cómo podría describir el ADN del equipo?
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Cuando yo llegué había jugadores que ya habían pasado también por ahí de haber hecho una hazaña. Entonces, cuando tú llegas a un camerino y encuentras capaz que dos o tres jugadores de épocas anteriores, ellos te van llevando ese ADN de decir: “¿Qué es un jugador de Barcelona?”. Yo tuve la suerte cuando llegué a los 17 años de tener a los grandes jugadores que tenía Barcelona. Por nombrar, estaba todavía Carlos Luis Morales, José Francisco Cevallos, Víctor Mendoza, Jimmy Montanero, Alcívar, Gavica, pude conocer a Rubén Darío Insúa como jugador.
Y después, obviamente, tú vas sabiendo cómo son los jugadores de Barcelona, cómo se vive el día a día, cómo se entrena y te vas inyectando eso, o sea, te vas contagiando y te das cuenta cómo ellos viven los partidos. Entonces, uno va aprendiendo de los mayores, de los grandes. Después ya te toca asumir tu responsabilidad. Ya tú comienzas con esa batuta y te sientes como jugador, que hay que entregarse por la camiseta.
Para ud, ¿qué es lo que define la grandeza de Barcelona?
Bueno, es ganar partidos que nadie se imaginaba. Me acuerdo una anécdota que teníamos que de ganar casi que eran de cuatro a cinco partidos, no podíamos perder porque el equipo descendía. Entonces, era como una hazaña que tenías que conseguir, por suerte teníamos como dos o tres partidos de local y uno afuera, que era el más difícil.
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Pero, entonces, todo eso yo creo que es lo que te hace grande, que no importa lo que estés jugando, no sé, una final, si un partido para descender, era el momento y no importa dónde, ni la hora, era ponerte la armadura de Barcelona y sabías que había un solo resultado que le servía al club y al hincha. Entonces, obviamente, eso fue captando más gente, y así emocionar al hincha.
¿Cuáles eran los sentimientos encontrados en el camerino que se tenían antes del partido con Macará en el 2000?
Que siempre hay un antes y un después. Creo que nos cambió la vida a los que estuvimos ese año, porque yo no me quiero imaginar qué habría pasado en la foto del descenso. Habríamos quedado marcados para toda la vida.
Pero somos agradecidos con Dios, que nos dio esa oportunidad de revertir, ganar un partido en Ambato y quedar en la historia, porque no descendió el equipo y porque, después de eso (en el 2000), en dos años fuimos bendecidos. Porque de ese equipo fuimos tres convocados a la Selección para ir por primera vez a un Mundial. Entonces, como te digo, el fútbol tiene esas cosas lindas de que estabas a punto de descender al equipo más grande del país y en dos años estás en una lista para ir con tu Selección a un Mundial.
¿Cómo se vivió ser campeón con Barcelona en 1997?
Tengo como dos anécdotas, porque yo era el titular de ese equipo. Rubén Darío Insúa tenía mucha confianza en mí. Era como que los jugadores decían que yo era el engreído de Insúa, pero él me ponía siempre porque le gustaba mi forma de jugar y él me lo decía.
Y en ese partido (ante El Nacional en Quito) él me deja en la banca a mí. Entonces, él me vio que yo estaba enojado porque yo era el titular. O sea, era el partido más importante de nuestra campaña de ese año. Porque si perdíamos, nos quedábamos sin chance de ser campeón. Y me dijo: “No, te tengo que dejar porque en el segundo tiempo tú vas a cambiar el partido”.
Yo me río, así entre mi mente digo: “¿Cómo voy a cambiar partido?”. Pero es una forma de motivarte. Entonces, él entra, me abraza y me dice: “Tienes que entrar. Te dije que ibas a cambiar el partido”. Con esa presión. Claro, y yo me reía, pero, bueno, pasó, entré y la verdad que gracias a Dios nos fue bien y pudimos ganar.
¿Cómo fue esa conexión con la hinchada a partir de ese momento radical? ¿Qué cambió en tu vida?
Bueno, para mí era mi primer título, obviamente en el fútbol ecuatoriano y con Barcelona. Entonces, imagínate que yo era un niño, creo que tenía 19, 20 años. O sea, ahí todavía uno no sabía lo grande que era salir campeón con Barcelona. O sea, la locura. Hoy a lo mejor lo disfrutaría más, no, porque en ese momento no había redes, no había nada. Entonces, era como que tenía que celebrarlo ese día y al otro día ya está. O sea, veías por ahí las fotos de los periódicos, algo de televisión, pero no había más. Entonces, había que vivir ese día en el momento. Y se acabó la euforia después del partido, que fue a las 11:30 en el Monumental. Salimos, fuimos en un bus cerrado a recorrer, casi parecido a lo que se hace ahora, pero con bus abierto arriba. Hay muchas cosas que cambiaron, pero sí, lindo lo que vivimos, lo que disfrutamos.
En 1998 se le volvió a escapar a Barcelona una Copa Libertadores, ¿cómo asumieron esa final en dicho momento?
El equipo fue el mismo, no se reforzó, más bien se nos fue Marco Antonio Etcheverry. De ahí estábamos los mismos. No se hizo una gran inversión de traer jugadores de equipos grandes para que vengan a reforzar para la Copa; sin embargo, se alcanzó llegar hasta la final. Creo que era la oportunidad de haberla ganado, pero nos enfrentamos a un Vasco que tenía muy grandes jugadores que aprovecharon esa jerarquía y por errores propios se nos llevaron el título. Así que nos quedamos con esa tristeza de haber podido alcanzar la gloria deportiva.
¿Qué nos podría decir que es la diferencia entre Barcelona y aquellos equipos denominados como grandes en el resto del continente?
Obviamente que los títulos pesan, los títulos son los que te hacen dar esa jerarquía. Pero Barcelona, más allá de eso, es un fenómeno nacional acá. Barcelona va a un estadio, lo llena. Obviamente, también hay otros clubes también que están creciendo, pero Barcelona... ya una vez que tú te haces hincha tú lloras, sufres cuando el equipo está mal, cuando pierde hay gente que no come. Yo ya dejé de jugar desde 2008. Estamos 2025 y voy a un lugar y todavía la gente te pide fotos. Entonces, quiere decir que tu nombre está bien plasmado en Barcelona, o sea, todavía hay gente que te sigue recordando.
¿Cómo cree que pueda evolucionar el equipo para el futuro?
Que algún día a Barcelona lleguen las personas indicadas, personas que le hagan bien al equipo, que realmente vean al club con diferente óptica, de que van a un club para hacerlo grande, para que el club permanezca en la parte de arriba. Yo sé que es difícil, pero venir a invertir en el club es necesario. Que vengan los que realmente quieren hacerlo grande. No solamente para ganar una copa, porque a veces la gente dice: “Sí, ganar la Copa Libertadores”. Ya y eso... No es que ya con eso te conformas. No es que porque ganar una copa ya hay que mantenerse siempre en lo más alto, lo importante es que el equipo siempre esté bien económicamente. Creo que eso te marca un club. Que tenga una estabilidad económica, que el club no tenga deudas, que el club no deba nada. Yo creo que ese día un club va a ser grande, cuando un club esté bien económicamente. (D)