Miro la foto de Rafa Nadal con la Copa de Mosqueteros (entregada al campeón de Roland Garros). La alza con cierto temor de que sea la última. No es la primera vez que he sentido ese pálpito, aunque en esta ocasión el escalofrío se ha multiplicado con el machacón runrún sobre su futuro que nos ha acompañado en los últimos días.

Su edad (36 años), sus insistentes lesiones, ese maldito pie (sufre el síndrome de Müller-Weiss, que “es un alteración en el desarrollo de su hueso que se produce en la infancia, pero aparece o da la cara en la edad adulta. La enfermedad acaba generando una artrosis. No tiene cura y lo que vas a buscar es quitar el dolor”, explicó el doctor Antoni Dalmau, jefe de la Unidad de Pie y Tobillo del Hospital Asepeyo San Cugat barcelonés, a la radio Cadena Ser), el crecimiento de sus rivales, nos ha hecho pensar más de una vez en su final. Este año, más que nunca.

Pero esa hora todavía no ha llegado. Por eso, hace tiempo también que aprendimos a no dudar de Rafa. No importan los precedentes, ni las sensaciones… Nadal siempre se levanta. Un gran ejemplo fue su título en Australia, cuando el español derrotó a Daniil Medvedev y a la Inteligencia Artificial para colocar el 21º Grand Slam en su palmarés. El domingo ha sumado uno más, el 22º, que también es su título número catorce de Roland Garros. Su escenario más icónico, su casa… su tierra.

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Miro la foto de Nadal en la pista Philippe Chatrier y no sé si será la última, ni tampoco me quiero agobiar con ello… Es mejor saborear el momento. Carpe diem (Aprovecha el día). Rafa ha escrito otro capítulo de su gran historia, que comenzó hace exactamente 17 años… Por casualidades de la vida, por travesuras del destino, el primer título de Nadal en París, su primer grande en las vitrinas, aconteció el 5 de junio de 2005 ante Mariano Puerta, justo el mismo día que ha doblegado a Casper Ruud, un jugador formado en la Academia que lleva su nombre. Su escuela. Su legado.

Han sido 17 años de ensueño, de dibujos animados… Llegados a este punto, sólo se puede dar las gracias. 14 veces gracias, 22 veces gracias… Siempre, gracias.

Miro la foto de Nadal y no sé si será la última… Se ha especulado mucho en estas fechas sobre su final. Y hay que asumir que, con su maltrecho físico, cada día que pasa está más cerca que el anterior. “No sé qué ocurrirá más adelante, pero voy a seguir intentándolo”, dijo el domingo en la Chatrier, micrófono en mano, mientras Francia coreaba su nombre. Cuando llegue, llegará… Y entonces no habrá que encajarlo como una noticia triste, sino como la consumación de una etapa fantástica.

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Somos privilegiados por haber vivido lo que hemos vivido, por estar viviéndolo, por haber escoltado a Rafa en este viaje formidable. Miro la foto y congelo la imagen. Guárdela por si es la última. Guárdala, porque es la foto eterna de un campeón infinito. (O)