Richard Carapaz dio lustre a su brillante palmarés con una victoria de mérito, una etapa en la única grande donde todavía no había mojado. El ecuatoriano había subido a la tercera plaza del podio en 2021, había vestido el maillot amarillo en la presente edición, pero le faltaba alzar los brazos en alguna meta, algo a lo que renunció en 2020 cuando entró de la mano de Michal Kwiatkowski, una fotografía que sí tenía por triplicado en el Giro de Italia, que además conquistó en 2019, y en la Vuelta a España. El sudamericano logró uno de esos triunfos calificados de consolación, donde los gallos de su categoría buscan resarcirse cuando se diluyen sus opciones en la general. Carapaz ya lo ha conseguido. Simon Yates, segundo en la meta de Superdévoluy, y Enric Mas, tercero, todavía están en ello.

El ritmo de este último miércoles del Tour de Francia fue un calco del anterior. Después del tostón llegó el acelerón. Una etapa muy rápida, a 43,3 km/h de promedio, que el pelotón afrontó con las piernas refrescadas por un día de descanso y otro de paseo. El perfil invitaba a una escapada de hombres ilustres, con algún pequeño anzuelo por si alguno de los gallos tenía ganas de gallear. Esa sensación dio el arranque de la jornada, cuando en el Visma se erigió en protagonista de las principales travesuras. Hasta Jonas Vingegaard, en primera persona, hizo un amago, antes de que Wout van Aert tomara el relevo. No fueron a ningún sitio, pero estuvo divertido. Nada comparado, eso sí, con la trisca que montaron después Tadej Pogacar y Remco Evenepoel. Vamos por partes...

La fuga de base estuvo integrada inicialmente por un cuarteto en el que, cómo no, también había un gregario del danés: Tiesj Benoot. No tenían mucho futuro, porque la metralla aventurera estaba guardando la munición para más adelante. Antes había que disfrutar de un nuevo duelo en el esprint intermedio entre Jasper Philipsen y Biniam Girmay, en fiera lucha por el maillot verde. El eritreo se mostró recuperado de la caída del día anterior y batió al belga: 11 puntos contra 10. La pelea continúa.

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El zafarrancho de combate se montó justo después del esprint, con un corte numeroso en el que se colaron aspirantes de primer nivel, esas figuras que en otras partidas hubieran luchado por la general, varios de ellos repetidores en estas lides. Los desheredados. Ahí estaban Simon Yates, cuarto en el Tour del año pasado; Richard Carapaz, podio en 2021; Enric Mas, dos veces en el top-6… Candidatos con pedigrí. Carapaz ganó el pulso a Yates en el punto más caliente de la jornada, el Col de Noyer, 7,5 kilómetros al 8,1 %, con Mas como tercero en discordia. La misma clasificación, curiosamente, que se mantuvo en la llegada.

El espectáculo del Noyer no se limitó a los cazaetapas. Con Pogacar en carrera, no hay tregua que valga. ¿Queréis guerra?, debió soltar el esloveno a sus opositores del Visma. Y arrancó con fuerza en sus rampas. No lo necesita, pero no sabe correr de otra forma. Vingegaard respondió como pudo. Remco Evenepoel, también. Está bastante claro quiénes son los tres más fuertes del Tour. Con el maillot amarillo en un escalón superior. Remco, que está sacado de la misma madera, lideró la persecución y no se conformó con la captura. El belga arrancó en solitario. La media montaña es su territorio natural, ahí se siente superior. Evenepoel se lanzó por la segunda plaza de Vingegaard, que encontró por el camino la ayuda de Van Aert. Al final, la estrategia del Visma de meter unidades por delante tuvo su beneficio. No para atacar, sino para defender. La preocupación del vigente campeón ya no es solo Pogacar. Su perseguidor le recortó 12 segundos. Otro cazador le acecha en la nuca. (D)