Con una misa, el papa Francisco concluyó ayer su corta visita a Marruecos, marcada por los llamamientos a los derechos de los migrantes, la tolerancia religiosa y la libertad de conciencia, con una advertencia contra el proselitismo.

La visita comenzó el sábado con una reunión con el rey Mohammed VI. Luego el papa se dedicó a las pequeñas comunidades cristianas donde el Islam es credo estatal.

“Permanezcan cerca de quienes son a veces dejados de lado, de los pequeños y de los pobres, de los presos y de los migrantes”, aconsejó el papa a sacerdotes reunidos en la Catedral de Rabat.

En cambio, advirtió que “los caminos de la misión (religiosa) no pasan por el proselitismo, que conduce siempre a un callejón sin salida, sino por nuestro modo de ser con Jesús y con los demás”, insistió Francisco. “¡Por favor, nada de proselitismo!”, exhortó.

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“La Iglesia no se agranda con el proselitismo, sino con el testimonio”, aseguró.

La exhortación del papa tiene especial resonancia en un país donde el proselitismo activo ante musulmanes marroquíes puede ser penado con hasta tres años de prisión.

Por el contrario, los musulmanes tienen derecho de convertirse si tal es su deseo, una notable apertura respecto a otros países como Emiratos Árabes donde la conversión puede ser castigada con pena de muerte.

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En la Catedral, renovada y recién pintada para la ocasión, se congregaron sacerdotes, monjas y representantes religiosos de Marruecos y de otras naciones africanas.

El papa les agradeció su “presencia humilde y discreta”, y abrazó a la hermana Ersillia Mantovani, de 97 años, una italiana franciscana que tiene 80 años de vida religiosa.

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Antes de partir del templo, Francisco saludó a los representantes del Consejo de Iglesias Cristianas de Marruecos, creado para promover el diálogo ecuménico, y que agrupa a las iglesias católica, anglicana, evangélica, greco y ruso-ortodoxa.

En su última actividad, el papa celebró misa en castellano en un complejo deportivo cubierto en Rabat, con la asistencia de unos 10.000 fieles.

“¡Viva el papa!”, coreó la muchedumbre compuesta por jóvenes migrantes del África negra, europeos, filipinos y algunos marroquíes.

En su sermón, el jefe de la Iglesia católica rogó nuevamente por la tolerancia religiosa y la coexistencia pacífica de los creyentes.

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“Me conmueve verlo, me conmueve su bendición”, dijo Samba, un joven migrante de 18 años oriundo de Burkina Faso.

“He estado esperando este momento por mucho tiempo, quería reunirme con él, pero no fue posible, pero él está aquí y tenemos que disfrutarlo”, agregó el joven migrante.

En Marruecos hay unos 30.000 católicos, 10 veces menos que antes de su independencia, en 1956. Durante la época de la colonización española y francesa había 200 iglesias, mientras que actualmente apenas quedan 44. (I)