A Yela Loffredo de Klein se la conocía como “la madre de los artistas”.

Su trabajo en las artes plásticas la hizo una pionera en el área, en la que además pocas mujeres incursionaron en su tiempo.

Loffredo fue guayaquileña. Nació el 22 de julio de 1920 en el seno de una familia inclinada al arte. Su padre fue Salvatore Loffredo y su madre, Julia Rodríguez Coello.

Publicidad

Poco después de 1942, cuando contrajo nupcias con Paul Klein, se dio el despertar artístico de Loffredo.

Según la reseña del fallecido historiador Efrén Avilés, fue el profesor y amigo de la familia Hans Michaelson quien animó a Yela a inscribirse en la Escuela de Bellas Artes.

Michaelson habría descubierto un gran potencial y bajo su dirección, en conjunto con la del maestro Alfredo Palacio, la entonces futura escultora inició su aprendizaje de esta técnica.

Publicidad

Complementariamente estudió Arqueología en la Casa de la Cultura núcleo del Guayas.

De acuerdo con Avilés, “desde el primer momento Yela supo impregnar a su obra la belleza propia de una inspiración inquieta”.

Publicidad

En 1966 participó y enamoró a los críticos de la Gran Muestra Nacional Testimonio plástico en Guayaquil.

Trabajadora hasta más allá del cansancio, Loffredo fue directora del Museo Municipal en el 70, tras haber fundado la Asociación Cultural Las Peñas, en el 66.

Melvin Hoyos, exdirector del mencionado museo, recuerda a la artista como una persona muy activa, siempre buscando la manera de incrementar los fondos patrimoniales de la institución, que en ese momento se encontraba sin dinero.

“Cuando se hace una gestión de esa índole, sin recursos económicos, realmente lo que te mueve es el amor por lo que haces, y Yela se movía como hormiguita buscando en consulados, embajadas y empresas padrinos, así como consiguiendo cosas para el museo”, explicó.

Publicidad

Su sobrina Sicilia Loffredo lo corrobora, pues dijo que para su tía, no había nada imposible. “Hablaba con cualquier persona que necesitaba y conseguía lo que quería para su arte”.

Para Hoyos, Yela Loffredo y Lidia de Abad Valenzuela son las directoras más productivas que tuvo el Museo Municipal en el siglo XX. “Como gestora cultural y directora, Guayaquil le debe mucho”, admitió el historiador Hoyos.

Además, sin la Asociación Las Peñas, la difusión de las pinturas se hubiera demorado enormemente en Guayaquil.

En 1978 fue designada directora del Departamento Cultural de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol), donde se encargó de implementar el Lunes Cultural.

Según su sobrina, esta iniciativa lograba abarrotar el teatro de la Espol. “Artistas nacionales se presentaban y compartían su talento. Había tanta gente que algunos se quedaban afuera”, comentó.

La década de los 80 fue una época muy productiva para Yela Loffredo, especialmente cuando su exposición Sinfonía de las formas le garantizó aplausos, elogios y las mejores críticas.

Pero más que sus logros personales en el campo artístico, Loffredo era muy considerada entre sus colegas por su actitud alegre y su humildad a la hora de ayudar.

Ya sea que la encontrara pintando en el taller de su casa o contemplando la vista del manso Guayas desde su balcón, cualquiera que vaya a visitarla era bien atendido.

Abría sus puertas para ayudar y aconsejar a los artistas de cualquier parte, y además les brindaba un cafecito pasado, especialmente en la tarde. Eso no podía faltar.

Su hija, Denisse Klein, la recuerda como una persona completamente desprendida. “Estaba presta para ayudar a todo el que la necesite”.

Tal fue así que de acuerdo con Klein, la idea de los Lunes Culturales de la Espol nació a partir de la firme creencia de que todas las personas debían tener acceso a actividades culturales y que el arte no solo se debería relegar a las élites.

Loffredo fue merecedora de varios premios en toda su vida, entre ellos el premio Luz de América en 1992, el diploma de la Fuerza Terrestre y de la División del Ejército Libertad en reconocimiento a su altruismo y espíritu cívico, en 1998, y el Eugenio Espejo en 1999.

Falleció el pasado 16 de mayo, antes de cumplir 100 años. Dejó un gran patrimonio cultural para Guayaquil y el Ecuador.

Obras y premios

Las esculturas de Yela Loffredo hicieron que esta artista fuera reconocida no solo a nivel nacional, sino internacional.

En 1960 Yela Loffredo consiguió el Premio de la Sociedad Filantrópica del Guayas. Cuatro años después obtuvo el primer premio en escultura que anualmente concedía la Escuela de Bellas Artes. En 1968 recibió el segundo premio de escultura del salón municipal Fundación de Guayaquil.

Para 1975 recibió la condecoración Al Mérito Artístico de la M. I. Municipalidad de Guayaquil y la condecoración de la Orden Nacional al Mérito en el grado de Comendador. En 1992, el premio Luz de América; en 1998 le otorgaron la medalla Estrella de Guayaquil y el diploma del Círculo de Periodistas Guayaquil, y en el 1999, el diploma de la Fuerza Terrestre y de la División del Ejército Libertad. Durante ese año también ganó el Premio Eugenio Espejo en la categoría actividad cultural.

A partir de los años 70 sus obras fueron presentadas en exposiciones en salas y galerías de Roma, Moscú, París, Miami, Washington, México, Buenos Aires, Lima y La Habana, según lo reseña el fallecido historiador Efrén Avilés.

La periodista y cónsul ecuatoriana Victoria Puig de Lange escribió en 1988: “En Ecuador, Yela Loffredo de Klein es sinónimo de talento, superación y desprendimiento. Su posición ante el arte es multifacética y su trayectoria brillante. Para los ecuatorianos, Yela es una bandera que ondea para nuestro orgullo en colecciones en todo el mundo, desde las que se exhiben en el Museo Puskin de Moscú hasta las que se admiran en Viena”.

En el 2006 Loffredo entregó a la ciudad una escultura de la Venus de Valdivia de bronce en la Plaza de las Ágoras del parque lineal, frente a la Universidad Católica.

Cada año, la Agrupación Cultural Las Peñas, fundada por ella, expone pinturas y esculturas a lo largo de la calle Numa Pompilio Llona. (I)