‘Es un golpe, pero no un obstáculo para seguir’: las historias de José y Alejandro, que con esfuerzo y perseverancia no se rinden ante la discapacidad

El guayaquileño José Alcóser tiene 40 años. Se ve como una persona que no tiene algún impedimento, sin embargo, al realizar un movimiento o hablar se puede notar su discapacidad física en su voz y sus acciones, que fluyen pero con un leve retraso.Esta discapacidad lo sorprendió hace cuatro años, cuando tenía 36 se percató de que no podía hablar normalmente y que cada movimiento lo hacía con dificultad. Él sufrió de una ataxia cerebelosa, trastorno neurológico que afecta el cerebelo y complica los movimientos coordinados.Sin embargo, este “golpe” en su vida no ha sido obstáculo para seguir trabajando por sus dos hijos y sus sueños.Este jueves, 1 de mayo, en que se conmemora el Día del Trabajo, se celebra -especialmente- a personas como José, quien pese a complicaciones en su salud y de movimiento todos los días se levanta a trabajar, a ser productivo, aprendiendo a surgir pese a la adversidad.“Los primeros meses no lo aceptaba, me sentí muy mal, luego empecé a buscar trabajo porque tengo dos niños”, dice con dificultad. Él es parte de los 25 integrantes de la Fundación Ecuatoriana para Ciegos (Funeci), que recibe a personas con distintas discapacidades, los capacita y les ayuda a generar trabajo y oficios.José es un trabajador multifunción, realiza trabajos de oficina, pasa papeles, revisa mensajes, limpia, entre otras actividades. “Ya no puedo cambiar mi condición, no puedo quedarme sin hacer nada, tengo que seguir adelante, por eso todos los días vengo en bus, desde el suburbio para acá a trabajar”, comenta José.Allí mismo en la fundación, la historia de Alejandro Vera, de 27 años, es otra que destaca, pues él nació ciego, no conoce el rostro de sus padres, pero sí los imagina y siente cuando están con él. Alejando es oriundo de Naranjito, en Guayas, y él se encarga de producir jabones, desinfectantes, champú, perfumes, entre otros productos de limpieza para distribuirlos a empresas. Esto también lo hace por medio de la fundación que crea convenios con otras instituciones para proveer de trabajo a sus integrantes.“Para mí lo más difícil fue que la sociedad crea en alguien con discapacidad visual. Piensan que tenemos todas las discapacidades, pero yo puedo caminar, hablar, tener una conversación normal, es como cuando usted cierra los ojos, se acostumbra a los lugares, a hacer sus cosas, no va a dejar de vivir y producir”, expresa el joven.Él indica que sus padres lo criaron “como un niño normal”, sin diferenciación a sus dos hermanos. Incluso jugaba en Play Station con sus primos, estudió con sistema braille y con ayuda de la tecnología cada vez aprende a comunicarse y hacer mejor sus funciones.La historia de Alejandro está llena de sacrificios. Él viajaba desde Naranjito, donde vivía con sus padres. “Me levantaba a las 04:00, ya a las 05:00 estaba en el bus, para estar en Guayaquil a las 07:00 u 08:00 y empezar a trabajar”, explicó.Ahora se mudó a Guayaquil por seguridad y para independizarse por completo, aprendió a cocinar, a hacer solo todas sus actividades. “Los ciegos tenemos muchas capacidades, usamos computadoras, celulares. Hay ciegos programadores. Usan la computación con lectura de pantalla para seguir con su actividad”, resalta. Él reconoce que se debe mejorar las oportunidades para los trabajadores con discapacidad. “Trabajar es gratificante, me motiva a seguir por mis sueños. La ingeniera Marilú nos enseñó a aprender a hacer productos químicos, a defendernos con emprendimientos, lo difícil es que no nos dan créditos, nos piden tutor y yo vivo solo, queremos que nos den la mano para seguir“, expresa. (I)

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