Hay hijos que abandonan a sus madres en un asilo. Ese es un escenario frecuente para quienes trabajan en el cuidado de adultos mayores, pero en ese contexto también hay historias que inspiran como la de Édison Vítores, quien hace casi nueve años ingresó como residente al hogar Corazón de Jesús para vivir junto a su madre, que hoy tiene ya 99 años.
En marzo del 2014, Hilda Franco, quien entonces tenía 90 años, entró al hogar de la Junta de Beneficencia de Guayaquil (JBG) luego que casi se quemara su casa en Monte Sinaí, cuenta su único hijo.
Él relata que hubo un cortocircuito que no pasó a mayores, pero días después su madre tratando de hacerse un té había dejado la llave del gas abierta. Entonces notó que ella estaba en peligro al quedarse en casa.
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“Ella ese día me dijo: ‘ya no se puede más vivir así, vas a tener que conseguirme un asilo’. Con mis primos nos pusimos a buscar un sitio donde la cuiden, pero pedían un pago mensual y no tenía la plata”, dice Édison, quien un día pasaba en bus por el hogar Corazón de Jesús y se bajó a preguntar.
Les contó la historia de Hilda a las trabajadoras sociales y le dijeron que fuera a buscar a su mamá y que la esperaban. Que no tenía que pagar nada.
La adulta mayor entró al centro y durante seis meses era constantemente visitada por Édison, quien es muy apegado a ella.
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“Un día le dije a la encargada que me iba a ir a Quito a buscar trabajo porque acá no había, pero les aclaré que iba a regresar constantemente para verla porque yo no la iba a dejar botada y ese día me propusieron quedarme. Me dijeron que si yo me iba ella se iba a morir de la pena”, cuenta agradecido.
Édison ya tenía casi 67 años así que fue ingresado y desde entonces es un residente más, pero quienes laboran en el hogar destaca que es el más agradecido, el más activo, el más colaborar y animado en las actividades.
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En cuanto Hilda despierta, él espera que la alisten y la lleva a pasear por los jardines y van a desayunan juntos.
Aquí no se siente la soledad ni la vejez, asegura Édison, pues dice que hay muchas actividades como bailoterapia, clase de tejidos y hasta teatro.
“Yo soy del grupo de teatro, hemos presentado obras en varios lugares y ahora alistamos una nueva puesta en escena a la que aún no ponemos nombre”, señala y dice que en el hogar incluso aprendió a usar la computadora y ahora también se entretiene en línea.
Además, hasta hace poco junto a su madre pasaban horas tejiendo, pero ahora por sus problemas de visión han dejado de hacerlo.
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Madre e hijo esperan el domingo la visita de algunos parientes que llegarán para pasar el Día de la Madre con ellos. Prefirieron no sacar a la casi centenaria del centro para evitar que trajine mucho.
Hilda en diciembre ya cumple los 100 años, esto causa ilusión no solo a su único hijo sino también a todos sus compañeros y a quienes trabajar en el cuidado de los adultos mayores.
El viernes en el hogar Corazón de Jesús se dio un homenaje para las madres. Poesía, música, danza, un desfile de madres y un almuerzo especial disfrutaron quienes pasan su vejez en este lugar a cargo de la JBG. (I)