Dicson Franco Ruiz, también conocido como Peluquín, el Payasito Cantarín, está en la ciudad para participar de al menos un mes de presentaciones en el circo Neverland, que arranca con sus funciones este 12 de julio por la fiestas julianas. El circo está ubicado en el sector de Mucho Lote 2, norte de Guayaquil.

Peluquín, quien creció en el cantón Daule, tiene más de 40 años de trayectoria. A lo largo de su carrera ha compartido sus canciones y presentaciones en unos 52 circos de todo el país. Aunque ahora reside en México, Ecuador lo tiene en el corazón porque es el país que le permitió crecer.

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Como payaso con amplia trayectoria conversó con este Diario sobre cómo ha evolucionado el rol su personaje y los desafíos actuales. También analiza cómo los circos están tratando de rescatar su esencia para cautivar a las familias.

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Cuando usted se inició en el mundo del entretenimiento, ¿cómo eran los circos?

Inicié como artista infantil, como payaso a los 11 años de edad, ahora tengo 58 años. En los 80 inicié en un circo muy pequeñito, pero un circo con verdadero sabor a circo, con su esencia verdadera, con su espíritu blanco.

¿Han cambiado mucho los circos y la labor del payaso?

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En los circos se está perdiendo su esencia en sí, ya que para poder presentar un espectáculo, el payaso ha ido recurriendo a los bajos recursos y esos bajos recursos -que yo le llamo a los chistes de doble sentido, a la vulgaridad- se ha vuelto algo normal.

Se ha perdido en muchas cosas la esencia de lo que era un show blanco y familiar. La gente ha normalizado las palabras grotescas para poder hacer la mofa, la burla.

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Los payasos éramos y debemos ser ese artista infantil limpio y cristalino con la ropa que nos caracteriza con zapatos grandes, pantalones anchos, tirantes y la nariz roja, que es el vestuario de al menos el 80 % de los payasos en Latinoamérica.

Dicson Franco más conocido como Peluquín. Foto: José Beltrán

¿Cómo lograr mantener la esencia en un mundo en el que los niños y el público es cada vez más difícil de cautivar?

Yo creo que en los niños, a pesar de todo lo nuevo, se mantiene la inocencia. Los niños son niños y la juventud es juventud a pesar de lo grotesco que tiene la vida. No estoy en contra de las otras maneras de entretenimiento, hay público para todo, pero el chiste blanco se debe mantener, el chiste sano.

Creo que los niños deben volver a la música, a los shows de entretenimiento en los que se aprendían los valores y a valorar a los padres, a la familia.

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Yo, por ejemplo, sigo manteniendo desde la grabación de mi primer disco con Fediscos, que fue hace 35 años, sigo manteniendo eso de enseñar a la niñez los valores y algo educativo.

Yo trato de llegar a las familias o llegar a los niños aun de la forma antigua, aunque ahora es más duro que antes por la tecnología y la dificultad del asombro.

Cada niño, cada ser humano tiene el mismo corazón y a ese es al que se debe de llegar. Yo me enfoco por ahí, yo me agarro de esas fibras del alma, de esos laditos del corazón para seguir enfocando a los niños en lo que es el entretenimiento fuera de lo grotesco y vulgar.

¿Le ha tocado modernizarse para atrapar la atención de los niños y las familias de ahora?

Siempre. Es algo que nos toca a los artistas. Yo he ido incluso metiéndome a diferentes ramas musicales como el hip hop, el rap, la cumbia.

Son las mismas canciones educativas, pero con algo moderno y que no quita la esencia. Yo sigo con las entradas comunes, con las entradas de siempre, con la música de siempre y los mensajes siempre porque así me conocen, así conocen a Peluquín.

Puede que se modernice la vida y la vida siga evolucionando, pero yo creo que desde los payasos podemos seguir instruyendo a la niñez con cosas muy buenas.

Peluquín le dio un himno a su oficio

¿Qué cosas no comparte de los payasos actuales?

La vulgaridad, el chiste doble sentido y el bullying. No se puede concebir que un payaso haga mofa de una niña gordita o flaquita o de una persona de la tercera edad.

Creo que hay espacio para todo y momento para todo, pero hablando de los circos, y en el que los shows principales son de payasos, se debería mantenerse lo tradicional que es un espectáculo familiar y sano.

Me cuesta entender por qué algunos caen tan bajo, yo le llamo falta bajo de recursos para hacer reír.

¿Cómo desarrolla sus presentaciones para mantenerse vigente?

No es tan difícil, aunque lo parezca. El niño es fantasía, mientras el niño mantenga esa cabecita tan linda, llena de flores y de películas de colores, nosotros podemos incrustar cosas muy bonitas.

Está en nosotros, en los artistas infantiles mantener el mundo de nuestros niños sano. Mientras más destruyamos esa mentalidad infantil, mientras busquemos hacerlos adultos será más difícil más adelante.

Siempre digo, permitan que nuestros hijos tengan infancia, la infancia es muy necesaria para aprender a amar las cosas y respetar a los adultos. Volvamos a esa risa sana y al circo de los tiempos de antes que ahora en Guayaquil se está tratando de rescatar.

Ahora vuelve a Guayaquil después de dos años viviendo en México, ¿qué espera en la ciudad?

Espero disfrutar y que la gente disfrute. Llevar la diversión como siempre cantando El bosque de la China, Mis angelitos, Hola, don Pepito.

Tener los aplausos con los que siempre me han recibido. En Neverland (el circo) el show dura 90 minutos y 40 minutos son míos. Vamos a tener esa gracia de antes.

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¿Qué está haciendo actualmente en México?

Estoy trabajando allá en algunas producciones, haré un lanzamiento latinoamericano. Ya tengo la residencia, era un país al que iba mucho. Es increíble porque soy dauleño y pude llegar a ese país y crecer.

Ahora estoy grabando mi cuarto disco con una productora en México. Será por primera vez el lanzamiento del primer payaso charro con quince mariachis dando conciertos a nivel latinoamericano y enfocado a los niños. También soy el creador del himno de los payasos que se ha cantado en casi toda Latinoamérica. Hay que seguir adelante.

Entonces en Ecuador, ¿se debe rescatar la esencia del payaso?

El detalle es lo que yo digo siempre, que todo está en el corazón de cada quien. Yo he de morir por la niñez, por la familia. Yo voy a mantener siempre mi payaso impecable como lo han visto siempre. (I)