Tomar la decisión de dejar a la familia para trabajar, estudiar o probar suerte en otro país, especialmente cuando se está casado y se tienen niños, es duro, pero también frecuente. En Ecuador, por ejemplo, José Iván Dávalos, jefe de Misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en este país, dice: “Cada vez es mayor la demanda de salir, es lo que notamos con preocupación”.

¿Cómo explicárselo a los niños? Antes de llegar a ese momento, los padres, sea que se vaya uno o ambos, tienen que estar seguros de que están haciendo lo posible para minimizar el dolor para la familia. Es inevitable que sea doloroso. La psicóloga clínica Kathalina Urquizo indica que la separación significa duelo.

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“Es importante decidirlo como pareja, analizando el porqué (búsqueda de seguridad, de estabilidad económica, nuevos logros de vida). La migración es una pérdida; entre los efectos hay un duelo, de la misma manera que cuando alguien fallece”, manifiesta Urquizo.

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“Cuando decidimos irnos, a veces pensamos solamente en las expectativas, en que vamos a resolver la situación económica, en elevar la calidad de vida”, continúa. “Esos son los sueños del migrante”, quien no sabe si justo a él o a ella o a su familia le toque un duelo complicado que les impida adaptarse. “Migrar siempre es una aventura, aunque vayamos con algo ‘seguro’”, resume Urquizo.

Una de esas aventuras es la interrupción de la convivencia familiar, de la tribu, del grupo social que nos da soporte. “Hay un síndrome vinculado al migrante: el de Ulises, asociado con el personaje de la mitología que que pasaba grandes peripecias y sufría mucho en todos los lugares a donde iba. Se usa cuando hay una situación muy sintomática, con una serie de trastornos y no se logra hacer el proceso de adaptación. Todo esto debería ser abordado en el momento de decidir, pero la gente no lo sabe”.

¿Qué es el síndrome de Ulises y por qué se aplica a los migrantes?

En el antiguo poema de la Odisea, al que alude Urquizo, el héroe Ulises, quien ha dejado su hogar hace diez años para pelear en la guerra, pasa otros diez tratando de volver a su tierra, Ítaca. Cuando al fin llega, casi al final de los 24 cantos, su hijo, ya adulto, no lo reconoce. Su esposa, que se ha mantenido fiel, tampoco puede identificarlo y él tiene que competir —en su propia casa— con los pretendientes que se han instalado allí para tratar de conquistarla.

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En un giro trágico (y a través de un hechizo que deforma la apariencia del guerrero), el autor hace que el único que pueda reconocer a Ulises sea el perro Argos, que muere al poco tiempo de verlo por última vez. ¿Trágico, no? Pensando en esto, Urquizo sugiere:

  1. Hablen en pareja de las expectativas y de todo lo que tendrían que tramitar juntos, se vayan los dos o uno solo. Sí, la gente migra con la esperanza de volver a conectar, pero de todas formas existe una pérdida de lo cotidiano de la relación, que es otro aspecto del duelo.
  2. Sería ideal trabajar un proceso de adaptación a la pérdida antes de irse. “Hay una dinámica muy bonita con los niños cuando se los cambia de colegio o se los lleva a experiencias nuevas, se llama historia social”. Es un preámbulo en forma de juego visual que le explica lo que va a enfrentar (horarios, lugares, personas). Esto puede hacerse también para adultos. Prepararse no evita sufrir la separación, pero puede permitir un duelo sencillo que lleve a un proceso de adaptación.
  3. Cuando los niños se quedan, también hay que prepararlos. ¿Cómo va a cambiar su realidad, con quién se van a quedar, dónde van a vivir? Hay que ser honestos y decirles dónde van a estar papá y mamá, y señalar que podrán volver a verse. “A los niños hay que darles una idea temporal; no decirles ‘enero’, porque ellos no lo visualizan, sino después de Navidad, por ejemplo”.
  4. Para un adolescente, la adaptación puede ser más difícil, ya que son menos moldeables. Si se los llevan, se rompe el espacio social con los pares, que para ellos es tan importante. Y si se quedan, pierden la sensación de seguridad que le dan los padres, pues otros adultos estarán encargados de ponerles límites.
  5. Si la pareja se separa, debe tratar de mantener la comunicación constante. “Conversar todo el tiempo, seguir hablando de las expectativas juntos, nutriendo lo cotidiano. Existe la decisión de seguir juntos, y eso debe fortalecerse cuando están separados”.

Decir la verdad y tomar en cuenta el sufrimiento de los que migran y los que se quedan

Los niños, frente a una separación, sufren la ausencia, así se queden con abuelos o tíos que los quieren mucho. “Han estado centrados en un sistema que les han dado los padres, y de un momento a otro empieza otro nuevo sistema y el periodo de adaptación es fuerte”, nos dice la psicóloga clínica Paquita Brito Clavijo.

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Un niño puede guardar resentimientos, mientras que un adolescente tendrá una etapa más conflictiva de lo esperado. Brito sí recomienda la preparación, pues dice que los niños entienden si se adapta la explicación a sus edades. Pero hay que tener en cuenta que es probable que un niño que se queda pequeño y vuelve a ver a sus padres después de una década no los reconozca como figura paterna o materna, aunque estos hayan estado proveyendo y comunicándose.

Además, las personas que quedan a cargo tienen otras presiones. Sufren porque pueden sentir que no tienen una vida propia, desempeñando un rol que no les competía, aunque se lo hayan pedido con anticipación.

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Brito también coincide en que hay que darle afirmación a los niños de que los padres van a regresar eventualmente. La mayoría de los que viajan tienen el deseo de seguir aportando al hogar y de volver; no saben aún si su nueva situación será venturosa. Lo que algunos pensaron que les tomaría dos años, se puede convertir en veinte.

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Ante esto, ella se reafirma en que es bueno decir: “Siempre vas a ser mi hijo. Voy a estar contigo y si me voy es porque deseo que cumplas tus proyectos; si todo va bien, tal vez pueda venir a saludarte, pero siempre vas a estar en mi pensamiento”. “La idea del reencuentro es buena, pero hay que admitir que no sabemos todo lo que va a pasar”, recomienda, y añade que los niños necesitan sentir que no los dejan porque no los aman y que la posibilidad del reencuentro está allí.

“La situación económica del país hace tomar esta determinación, pero hay que pensarlo muy bien. Vivir en situación de migrante y mantener un rol (parental) en la familia es difícil”.

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Ella enfatiza esto porque entre los efectos negativos está la agresividad y la furia de un niño o joven que se ve abandonado. Los abuelos, advierte, no siempre están listos para volver a “tener hijos”. No todos son cariñosos, no todos son protectores y hay quienes lo son en exceso. Algunos sienten la sobrecarga y pueden reaccionar con agresividad.

El apoyo psicológico y moral para el niño y sus nuevos cuidadores es necesario. Si el sistema no funcionó en el caso de los padres, porque no pudieron tener trabajo, los niños al menos deberían tener acogida y protección.

Los efectos de la migración a nivel escolar y económico

La migración no solo se percibe a nivel emocional, sino también en la escuela, en forma de falta de motivación para seguir estudiando. Los padres no pueden ignorar esto. “Una vez analizado el tema, compartir con los hijos y transparentar la decisión. Se deben tomar en cuenta las nuevas reglas con las que se van a manejar, los sacrificios que esto implica y sensibilizarse mutuamente para nunca perder el horizonte de lo que es una familia”, sintetiza la psicóloga y terapeuta familiar Toyi Espín de Jácome.

La tecnología puede ayudar y aliviar hasta cierto punto la necesidad emocional de los niños, siempre que los padres la usen para compartir palabras de amor y presten atención a los asuntos relacionados con las necesidades de los niños, añade. ¿Cómo llevar esta conexión?

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  1. Pregunten cómo les va en la escuela. Aprendan a escuchar. Coordinen los días y las horas en que se van a conectar.
  2. Busquen acompañamiento emocional profesional para los niños, tanto dentro de casa como fuera de ella. “La escuela también debe estar informada para dar apoyo a nivel escolar y psicológico a través del Departamento de Consejería Estudiantil”.
  3. En el comienzo, la asimilación de la ausencia física será muy difícil, en especial en fechas importantes. Esta falta podría sentirse casi como un fallecimiento. “Pero si todos se esfuerzan cumpliendo los compromisos de comunicación, ayudarán a aliviar la carga”.
  4. Conserven las reglas con las que se han criado sus hijos (permisos y horas de llegada). Si hay desacuerdo entre los padres que no están y los que se quedan, esto confundirá a los niños. En las reuniones o llamadas, los padres que migraron deben respaldar y afirmar a los que se quedaron.
  5. Hay que hablar del presupuesto familiar, que un padre esté trabajando fuera para mejorar la economía no significa que ese es su único lugar en la familia (dar dinero) o que esté obligado a cumplir con exigencias o extravagancias. “Este es otro tema que debe ser expuesto en la mesa de conversaciones y acuerdos. La pareja debe revisar el nuevo presupuesto familiar y establecer las prioridades y necesidades del grupo familiar”.

(F)