Como si fuera una procesión, cuatro mujeres portaban una urna de madera cubierta con vidrio. Allí dentro llevaban una réplica del Niño de Isinche. Detrás de ellas cantaban otras, acompañadas de una banda: “Qué belleza, belleza sin igual, qué hermosura, hermosura de aquel Niño, yo no he visto otro infante más perfecto…”. El público se acercaba a besar y a tocar la imagen, otros lanzaban pétalos de rosas.