Un paraje solitario de 51 hectáreas de playas vírgenes de El Pelado, en las proximidades de Engabao, que cada día se despierta y se duerme con el ruido de las olas y el trinar de las aves, se convertirán dentro de dos años en un pedazo con tintes caribeños, rodeado de grandes edificios y lagunas cristalinas.