“Mi sueño de conocer el mágico continente se hizo realidad cuando mi esposo fue a trabajar con Unicef a Mozambique. Eso significaba que, tal vez, tendría la oportunidad de conocer a Nelson Mandela, a quien siempre había admirado.

“Llegamos a Mozambique y al poco tiempo conseguí trabajo como voluntaria en el Centro Don Bosco para niños y jóvenes sin familia. Enseñaba a los más pequeñitos a leer y escribir, pero yo fui quien más aprendió de estas personitas excepcionales. Humildad, alegría, solidaridad y mirar la vida desde otra perspectiva eran lecciones que ellos me daban cada día.

“En un día feliz de julio de 1994 me enteré de que el presidente Mandela estaba en la Embajada de Sudáfrica y solicité que me permitieran entrar para filmar y sacar fotos (allí no había restricciones de seguridad y menos de protocolo).

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“Nunca olvidaré aquel momento. Me sentía tan feliz y emocionada. Me encontraba frente al gran hombre. Cuando entré, su energía iluminaba la habitación. Me invitó a pasar, me preguntó de dónde era y qué me había motivado ir a la Embajada. “Lo he admirado siempre y quería conocerlo personalmente”. Su amplia sonrisa, tan especial fue su respuesta...

“Con humildad y sonriente, servía té y pastelitos.

“Finalmente, me animé a preguntarle si podía sacarme una foto con él y aceptó con mucho gusto. Fue un momento muy especial y esta foto representa para mí un gran tesoro.

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“Había conocido a un símbolo de amor, humildad, paz, perdón, reconciliación. A aquel luchador por la justicia, la libertad e igualdad de su pueblo.

“Tenía la seguridad de que lo vería nuevamente. Mozambique se encontraba en el proceso de sus primeras elecciones y yo tenía autorización para filmar y sacar fotos como freelance. Así viví de cerca aquel momento histórico.

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“En el centro donde trabajaba, a modo de prepararles a los niños para el futuro, también hubo elecciones. La actitud de los pequeños fue siempre consciente y responsable de lo que este acto representaba.

“Eligieron, entre los derechos de los niños, el derecho a estudiar y a tener un nombre.

“Alfonso Dhlakama, uno de los candidatos a la Presidencia y representante del movimiento Renamo, a último momento indicó que no asistiría a las elecciones, y fue Nelson Mandela, como el gran líder que era, a conversar con él y convencerlo de que se presentase.

“Las elecciones se realizaron entre el 27 y el 29 de octubre de 1994. No importaban las distancias ni las condiciones, había que cumplir con el deber de votar y sacar adelante a su país.

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“El 9 de diciembre fue la posesión del ganador, el presidente Joaquim Chissano. Y yo estuve ahí desde muy temprano para vivir cada minuto. El acto fue en la plaza principal y posteriormente la recepción en el palacio presidencial. Era un sueño todo lo que estaba viviendo. Asistieron varios presidentes de África y del mundo y el principal personaje fue Nelson Mandela.

“Dhlakama también estuvo presente, y Nelson Mandela, como el padre de África, con firmeza y esa actitud tan propia de él le dijo: “A partir de hoy, a trabajar por Mozambique”.

“En esa ocasión, con humildad y una gran sonrisa, Mandela también sirvió el postre a los presidentes e invitados.

“Su sonrisa fue el reflejo de su alma. Nos queda su luz y un legado muy importante, sus sabias enseñanzas. Una de sus frases inolvidables: ‘La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que él considera su deber para con su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y que, por lo tanto, dormiré bien por toda la eternidad’”.