Viajaron desde centros de cría especializados de Alemania. Llegaron “completamente salvajes” y fueron entrenados para vigilar el cielo del aeropuerto capitalino Mariscal Antonio José de Sucre, en Tababela.

Se trata de cuatro águilas: los machos Tifón y Parche y las hembras Granada y Etsá (nombre de un personaje mitológico achuar); además de dos halcones: Dustin, macho, y Güera, hembra.

Las seis aves, junto con dos perros rastreadores, un labrador y un border collie, Capuleto (hembra, esmeraldeña) y Aetus (macho colombiano), son los nuevos comandos aéreos que a diario ahuyentan bandadas de pequeñas aves nativas de la pista de la terminal con el fin de evitar accidentes.

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Son kilicos, tórtolas, gorriones y cara cara (conocidos como (curiquinges), entre otras aves que en grupo pueden impactar contra los aviones y ocasionar alguna tragedia.

El equipo de seguridad aérea del aeropuerto en Tababela es exclusivo en Ecuador, ya que ningún otro en el país tiene esa vigilancia, y lleva casi dos meses en tareas de rastreo.

Las seis aves guardianas llegaron al país el 18 de noviembre del 2013 sin saber volar, según su entrenadora Ruth Muñiz, bióloga española que trabaja con este tipo de ejemplares desde 1996 en diferentes países. Nacieron en cautiverio y con nueve meses de edad aprendieron a volar en un plazo de al menos 60 días.

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El aprendizaje de los halcones es más lento. Es que vuelan a más altura y requieren agregar más músculos a sus alas para manejar los vientos y las distancias. Una vez en el cielo visualizan mejor y a mayor cantidad de animales.

A las seis aves Muñiz les ha enseñado a desplegar sus alas y planea quedarse con ellas en Tababela un buen tiempo.

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“Vuelan, ahuyentan, espantan, pero no cazan. Todo se hace en equipo”, expresa Muñiz. Señala que mientras ella junto con uno de sus asistentes caminan o van en carro con el perro de turno, el ave que le corresponde los acompaña desde el aire. Explica que una vez que los perros ahuyentan de la pista a las aves intrusas, las guardianas las terminan de espantar con vuelos en picada. “Nos sigue y cuando miramos un animal (ave intrusa) al cual le incitamos a perseguirlo, ella (el águila o halcón) lo hace”.

“Los animales que están ahí sienten temor de ser atrapados y salen. Nosotros interrumpimos la caza al llamarlos a nuestro puño (a los halcones o águilas)”, expresa.

Las labores de este singular grupo de trabajo se inicia todos los días a las 07:00. La jornada termina a las 18:00 y aunque todavía lidian con el fuerte viento y sol del valle de Tababela “lo hacen muy bien”, afirma la entrenadora, quien comparte su trabajo con Paúl Tufiño, Andrés Gutiérrez y Cristian Váscones, sus asistentes.

En estos días, a las aves se las obliga a volar con vientos fuertes. “Les cuesta, no saben manejar el viento al desplazarse a otro lugar sin que ellas quieran, pero están aprendiendo a volverse fuertes y a batir las alas contra el viento”, indica la entrenadora.

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Además, águilas y halcones deben aprender a establecer un vínculo con las personas (el resto de entrenadores y curiosos) y los perros para que no se estresen. No obstante, poco a poco, se acostumbran a los dos tipos de compañía, aunque las aves prefieren posarse en las manos de Ruth que en las de sus compañeros.

El staff de seguridad operacional, como llama la Dirección de Aviación Civil a los canes y aves, vive en el campamento del aeropuerto, en amplias habitaciones y son controladas en cada jornada de trabajo.

6
Aves

De ellas 4 águilas y 2 halcones, junto con 2 perros y entrenadores controlan la proliferación de aves nativas.