Cuando el buzón al pie de la casa era el equipo de comunicación para recibir la correspondencia, los Estados miembros de la ONU ya reconocían con la suscripción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en 1948, el derecho a la privacidad de las personas. “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, domicilio o correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”, señala su artículo 12.