Es verano y la tierra siempre resbaladiza se hunde al paso de quienes atraviesan las riberas del río Daule en las inmediaciones del cantón Nobol, en Guayas. En invierno es peor, cuenta Jacinto León, un campesino de 81 años que ha retrocedido cuatro veces su casa en las últimas dos décadas debido a que el río carcome su propiedad.

Cuando hay sol casi sin brisa, como el primer miércoles de este septiembre, el lodo penetra la lona curtida de los zapatos de León y ensucia los bordes. Si lloviera, cubriría la pantorrilla. Pero es otra historia cuando hay un fenómeno El Niño, de esos que los científicos califican de fuerte o extraordinario, como el anunciado para el último trimestre de este año y los primeros meses del 2016.

El río Daule que carcome las riberas ha provocado que Jacinto León, de 71 años, retroceda su casa, situada en Nobol (Guayas), cuatro veces en los últimos 20 años.

El último El Niño fuerte, que ocurrió hace 18 años entre 1997 y 1998, llevó a León a tomar la decisión irreversible de abandonar su casa que quedó atrapada entre el agua y el lodo. “Dios quiera que no se dé. Acá estamos como el camarón (crustáceo que puede caminar hacia atrás), ya hemos retrocedido 12 metros y mi casa de nuevo ya está al borde”, dice mientras señala las aguas verdosas del Daule que en esta época de verano serpentean mansas la campiña. En sus riberas, los sembríos de arroz, de maíz, compiten por copar el espacio junto a las casas. Quedan pocos árboles nativos como un sauce que con sus raíces desnudas se aferra al borde del río.

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En Limonal, una parroquia rural del cantón Daule con 8.774 habitantes, está fresco el recuerdo de lo que ocurrió hace 18 años cuando una inundación expulsó a las personas de sus casas durante seis meses debido a que el agua les llegaba a las rodillas. “Pedimos a la Prefectura que nos construya un muro, vinieron a medir, pero hasta ahora no lo hacen”, afirma Kléber Alvarado, dirigente de esta parroquia y quien agrega que nadie les alerta cuando el río crece para que puedan salvar sus vidas porque sus pertenencias, como siempre ha ocurrido, se pierden a un costo que ellos deben asumir.

El Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi) reporta que están en implementación tres sistemas de alerta temprana ante inundaciones por crecidas en las cuencas de los ríos Cañar, Zarumilla y Napo, de las 31 que registra el país. Esta alerta se hace con base en modelos con tres horas y un día de anticipación. La información se publica en la web del Inamhi.

Ecuador es un país de vulnerabilidad alta por la incidencia de inundaciones debido a que al menos el 7,3% de su población vive por debajo de los cinco metros sobre el nivel del mar, según un estudio realizado en el 2000 por el Banco Mundial.

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El desbordamiento de ríos ha dejado pérdidas entre los campesinos como Diógenes Vargas, Narcizo Cruz y Pedro Segovia, agricultores de las cuencas de los ríos Guayas y Chone. Ellos esperan las cosechas de arroz y maíz para diciembre próximo, al igual que en la cuenca del río Portoviejo. “Ojalá no venga El Niño, se lo dejamos a Dios”, comenta Vargas, un arrocero de Daule que a sus 57 años también maneja una panga en la que traslada gente por el río.

María del Pilar Cornejo, secretaria de Gestión de Riesgos, dijo esta semana ante la Asamblea, sobre la preparación frente a El Niño, que se esperan impactos negativos para el maíz duro y el arroz. Son justamente los cultivos de Vargas, Cruz y Segovia. La funcionaria agregó que el Ministerio de Agricultura trabaja en identificar los productos que no se deberían sembrar bajo ningún concepto y las alternativas que pueden desarrollarse.

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Esto, seis meses después de que la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés), basado en el aumento de la temperatura superficial del Pacífico por un periodo seguido de tres meses, ya pronosticaba a inicios de marzo pasado la llegada de El Niño.

Tras ser creada en mayo de 2008, la Secretaría de Gestión de Riesgos (SGR) reporta que ha financiado desde el 2011, junto con los municipios y prefecturas, unos $ 200 millones en proyectos de prevención en los últimos cinco años con créditos en los que el Ejecutivo subsidia la mitad del costo y el resto lo cubre el ente seccional.

La mayor parte de estos proyectos son devueltos a los gobiernos locales, según dijo Cornejo en el acto de rendición de cuentas de la SGR realizado en febrero pasado en Guayaquil, por falta de información o fallas técnicas. La funcionaria añadió que de los proyectos evaluados solamente el 10% fueron financiados. Se trata de obras de alcantarillado pluvial, muros de contención, puentes y caminos.

Los efectos de El Niño fuerte causan temor en los barrios periféricos de ciudades como Machala, donde la Universidad Estatal de Nueva York, la Escuela Superior Politécnica del Litoral y la SGR hicieron en el 2014 un estudio sobre la vulnerabilidad de esta zona ante las inundaciones. Anna Stewart, una de las investigadoras, afirma que en este caso se identificó que las personas sacan tierras del muro de contención para rellenar sus solares. Ahora hay temor de que con El Niño el muro colapse.

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El uso de escuelas como albergues es otro problema que señala este estudio. La ONU pide frenar esta práctica por su impacto social. Hasta el 2013, la SGR reporta la instalación de 25 alojamientos en 10 provincias del país. Pero no son suficientes.

Un estudio publicado en enero de 2014 en la revista Nature Climate Change prevé que el calentamiento global duplicará el número de episodios fuertes de El Niño. Se estima que se darían cada diez años y no cada veinte años, como ocurrió en promedio en el periodo 1981-1990.

A Rodney Martínez, director del Centro Internacional para la Investigación del Fenómeno de El Niño (Ciifen) con sede en Guayaquil, le preocupa la salud de la población que se vea afectada por las inundaciones. El último El Niño fuerte provocó en el país la muerte de 286 personas, dice Martínez, entre ahogados y por enfermedades como el cólera, el dengue, la malaria o por la mordedura de serpientes.

Entre 1997 y 1998, recuerda Martínez, las culebras trepaban a los árboles, a las casas y picaban en el cuello de los habitantes, lo que les dejaba poco tiempo para reaccionar. “En 1997, cuando ya teníamos el problema recién se activó el proceso de importación de suero antiofídico”, dice.

La organización Médicos Sin Fronteras advirtió esta semana que el mundo se quedará el año próximo sin uno de estos sueros debido a que se lo ha dejado de producir desde el año pasado.

EL UNIVERSO pidió el 31 de agosto pasado, por vía e-mail, una entrevista con Cornejo, pero esta no se concretó al cierre de la edición, ni tampoco enviaron respuestas a planteamientos. (I)

Cuando nos pica una serpiente debemos buscar a Daule (a veinte minutos en auto). Aquí en el dispensario no hay ese suero (tratamiento contra la mordedura)”.Kléber Alvarado, Dirigente del sitio Limones en Daule (Guayas)