Qué puede resultar de la charla entre cinco caricaturistas sino una vasta reflexión sobre el humor, la tolerancia, el poder, la religión, la crítica, la libertad...

El argentino Bernardo Erlich, el mexicano Darío Castillejos, el nicaragüense Pedro Xavier Molina, el canadiense Guy Badeaux y el alemán Thomas Plassman visitaron esta semana la redacción de EL UNIVERSO para conversar entre amigos.

Ellos participaron en el Segundo Encuentro Internacional de Humor Gráfico que organizó en Quito Xavier Bonilla (Bonil), junto con las universidades San Francisco de Quito y Católica del Ecuador.

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El humor
“Yo soy humorista para divertirme cuando me enojo”, advirtió entre risas Erlich parafraseando a su colega mexicano Hermenegildo Naranjo. Porque la materia prima con la que trabajan los caricaturistas provoca rabia pues son, por lo general, realidades horribles: una masacre, una catástrofe, un atentado, un naufragio...

“Los caricaturistas no llevamos nuestro odio a las viñetas, pero sí indignación porque no podemos ser indiferentes a las injusticias”, abonó Castillejos.

Como el taxista que descarga sus molestias con los pasajeros, argumentó Molina, el dibujante razona sus disgustos para dibujarlos y mover la conciencia del lector. “Un humorista es alguien que crea humores, no necesariamente todos deben hacer reír”, señaló.

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Los hispanohablantes dominaron la conversación mientras Badeaux hacía acotaciones en inglés y Plassman ¬afectada su voz por el humo de los incendios forestales que invadieron a Quito esta semana¬ permanecía callado, atento a la traducción de la charla que Bonil le ofrecía en francés.

El poder
Molina aprendió a contar con granadas y metralletas AK-47. Transcurrían los años 80 en Nicaragua, enconada por la guerra civil. Desde entonces cuestionó por qué la realidad debía ser así de precaria y entonces aprendió una lección: “no tienes que tragarte todo lo que te mandan”.

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Esto ha aplicado a su oficio, cuestionando al poderoso de turno, lo que le ha traído contrapuntos con ciertos caudillismos. “El caudillo dice no cuestionen, confíen en mí; yo tengo una educación privilegiada, estoy predestinado y les estoy haciendo un favor al instruirles sobre lo que es el bien y es el mal (...). Como Latinoamérica tenemos que desterrar de nuestro ADN esa necesidad de tener caudillo”, reclamó.

En varios países de la región se han instalado gobiernos que brindaban una alternativa esperanzadora y que se convirtieron en “una tiranía extraña”, agregó Castillejos.

Parte de esa tiranía, agregó Erlich, es confundir con la idea de que lo peligroso es la caricatura y no la realidad. “Lo que me asusta es que hay gente que se lo está creyendo. Ya no hay partidarios sino quienes se adscriben de una manera que excede lo político y tienen más bien una actitud de fe”, añadió.

A propósito de fe, observó Castillejos, el mismo Cristo criticó con todo a los fariseos y las instituciones y Badeaux alertó que varios estados islámicos y El Vaticano quieren que la Organización de Naciones Unidas considere el insulto a la religión como un crimen.

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La libertad
“Un derecho que nadie puede quitarte es el de la libertad de expresión, el derecho a opinar”, sentenció Molina.

Enterado sobre la posibilidad de considerar jurídicamente a la comunicación como un servicio público, criticó: “Eso es un mecanismo para decir que como es pública, el Estado tiene que tutelarla. Esto no es una cuestión de ideología, sino una cuestión que tiene que ver con derechos”.

Para Erlich, “hasta la divulgación de los gastos del gobierno podría ser un servicio público, ¿pero una columna de opinión o una viñeta humorística, un servicio público? Es raro (...). Que una caricatura sea de mal gusto es un tema que no tiene que ver con el derecho que tiene una persona a hacer esa caricatura. Si se debe o no publicar tiene que ver con la editorial que hace la revista y con la gente que la compra”.

Molina concluyó: “Yo uso siempre el ejemplo de la música. Si no te gustan las rancheras, no las oigas y ya está, pero no puedes prohibirlas”. (I)

Yo no odio al caricaturizado, pero sí transmito esa rabia que siento por lo que nos está dañando a todos. No se puede ser indiferente ante la violencia”.Darío Castillejos, Caricaturista