“Quien no está con nosotros, está contra nosotros... La libertad está en guerra contra el miedo y no fracasaremos”. Las frases fueron parte del discurso que el expresidente estadounidense George W. Bush dio en el Congreso de EE.UU. el 21 de septiembre de 2001, diez días después de los atentados terroristas que dejaron 2.973 muertos en cuatro ataques coordinados por la red Al Qaeda.

Bush calificó a Afganistán enemigo número uno, declaró la guerra a Al Qaeda, reclamó la entrega inmediata del cerebro de los atentados, Osama bin Laden, y justificó la invasión a Irak por la existencia de armas químicas y biológicas y un programa de armas nucleares.

“Ningún grupo o nación debe equivocarse sobre las intenciones de Norteamérica: no descansaremos hasta que los grupos terroristas de alcance mundial hayan sido encontrados, hayan sido contenidos y hayan sido derrotados”, refirió en el documento que detalla la Estrategia Nacional para Combatir el Terrorismo, publicado el 14 febrero de 2003.

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Hoy, quince años después de los mortíferos ataques, no solo Estados Unidos se siente inseguro, la denominada guerra contra el terrorismo que inició Bush derivó en una globalización y diversificación de las acciones de grupos fundamentalistas con sangrientos y brutales ataques en varios países.

El pasado 6 de julio, el informe Chilcot consternó al mundo al revelar que la invasión a Irak se basó en información de inteligencia errónea. La investigación, realizada entre 2001 y 2009 por una comisión británica creada para analizar la participación de Reino Unido en la guerra, llevó a pedir disculpas al ex primer ministro Tony Blair, quien reconoció que no supo prever las consecuencias que causaría el derrocar a Sadam Husein y admitió que esta situación pudo haber contribuido al auge del grupo Estado Islámico (EI).

Paul Pillar, quien fue responsable de la CIA para Oriente Medio entre 2000 y 2005, reveló a El País la campaña de manipulación que organizó Bush para justificar la invasión. “Tanto con las armas prohibidas como con los vínculos Sadam-Al Qaeda se repitió el mensaje para ganar el apoyo del pueblo norteamericano”, dice.

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Un estudio de la Universidad Johns Hopkins, publicado en The Lancet, estimó en 655.000 los muertos por la invasión a Irak, entre 2003 y 2006. La guerra basada en una ‘mentira’ también le costó a EE.UU. $ 1 billón, aunque Joseph Stiglitz, premio nobel de economía, habló de $ 3 billones.

Las secuelas de la invasión y ocupación de Afganistán en 2001 y de Irak en 2003 son preocupantes. Las muertes por terrorismo en el mundo se quintuplicaron entre el 11-S y fines de 2013, año en el que 18.000 personas murieron por el terrorismo, según el Índice de Terrorismo Global del Instituto para la Economía y la Paz. Con el surgimiento del EI en 2014, esas muertes crecieron en un 80%, con 32.658 personas, cifra similar en el 2015, cita un artículo de América Economía.

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Quince años después de los atentados del 11-S, el objetivo son diferentes grupos, como el EI, que se ha apoderado de territorios en Siria e Irak e inspirado ataques en Europa y EE.UU. Sus atentados son de menor escala que los del 11-S, pero igualmente mortíferos.

Al Qaeda aún existe sin Osama bin Laden, pero con miembros y filiales operando desde Filipinas hasta África occidental, lo que supone una amenaza más compleja. “La realidad es que ha hecho metástasis” en Irak y Siria, explica a la agencia AFP Frank Cilluffo, director del Centro de Seguridad Cibernética y Nacional de la Universidad George Washington.

Las operaciones antiterroristas tienen actualmente como objetivo descubrir e interrumpir planes de partidarios del EI y de Al Qaeda, que se esconden en células menos centralizadas y se aprovechan de las nuevas tecnologías. “Nuestro trabajo se está haciendo más difícil”, dijo Nick Rasmussen, el poderoso director del Centro Nacional contra el Terrorismo.

La guerra antiterrorista heredada de Bush, quien dejó el poder como uno de los peores presidentes en las últimas décadas, se ha vuelto compleja para la administración de Barack Obama, quien asumió el poder con la bandera de la oposición a la guerra. En diciembre de 2011 retiró a todos sus soldados dejando un Irak “menos violento”, pero el avance de grupos yihadistas lo llevó a considerar una nueva intervención militar.

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Contrario hace quince años, cuando el orgullo estadounidense se elevó en medio de la tragedia, hoy el aniversario se cumple con un país dividido, donde abundan las discusiones sobre raza, inmigración, seguridad nacional o política. La encuesta que lleva a cabo Gallup desde 2001 revela que ese orgullo nacional está en su nivel más bajo desde entonces. (I)