Una calle regenerada, con alto potencial turístico y con esculturas que recuerdan a personajes y oficios de antaño. Esa es la calle Panamá, una vía en la que a inicios del siglo pasado se percibía el olor a cacao, pues las pepas de esta fruta se echaban en el piso para su secado y posterior procesamiento para ser convertido en chocolate.