La Refinería de Esmeraldas parece, en estos días, un monstruo de metal herido en su imponente estructura: los puntos calientes detectados en la piel de la FCC, con temperaturas de hasta 360° (cuando lo normal es 200°); tanques rotos y sin mantenimiento; sistema deficiente de autogeneración eléctrica, e incluso problemas ambientales por falta de funcionamiento de las plantas desulfurizadoras son sus principales dolencias.