En un templo de Bangkok, unos monjes cantan al lado del diminuto ataúd rosa en el que reposa Dólar, un perro de raza shih tzu, que fue despedido en la tradición budista con un funeral que costó unos 600 dólares. La dueña de Dólar, Pimrachaya Worakijmanotham, se seca las lágrimas mientras mira por última vez a su mascota de 6 años, a la que llama “su bebé”.