Emocionados por la confirmación de la canonización, cientos de católicos salvadoreños y extranjeros seguidores del beato Óscar Arnulfo Romero participaron este fin de semana en una misa en la capilla La Divina Providencia, donde el 24 de marzo de 1980 fue asesinado por un francotirador.

Al terminar la ceremonia donde Romero ofició su última misa, sus seguidores marcharon en una colorida peregrinación hasta la cripta en la catedral metropolitana, donde descansan sus restos.

“Monseñor Romero es nuestro mártir, es un ejemplo de cómo ser Iglesia, cómo ser pueblo y seguir andando con coraje y valor”, dijo Anita Burns, una estadounidense de 28 años que llegó al país para participar en los actos de conmemoración del mártir al que llaman “San Romero de América”.

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“Romero es un santo que dio la vida por su pueblo y quiero estar aquí para recordar su martirio”, agregó Katie Gotich, que llegó con un grupo de peregrinos estadounidenses desde Boston.

Sin importar el clima caluroso, los seguidores de Romero marcharon entonando himnos religiosos, mientras portaban carteles con la imagen del arzobispo mártir, al que su pueblo conoce como “la voz de los sin voz” debido a sus emotivas homilías en las que abogaba por los más pobres e indefensos durante la represión impulsada por militares en los años 70.

El papa Francisco abrió la puerta a la canonización de monseñor Romero, declarando que el sacerdote que defendió a los más pobres ante la opresión de la derecha debería ser un modelo para los católicos hoy en día. El pontífice también aprobó un decreto que confirmó un milagro atribuido a la intercesión de Romero. (I)