Por un empinado flanco de una zona barrancosa, mujeres en niqab, hombres lisiados y niños recorren como pueden el camino polvoriento que los lleva al resto del mundo.

Estos sobrevivientes acaban de huir del pueblo de Baghuz, último reducto del grupo Estado Islámico (EI) en el este de Siria, asediado y bombardeado desde hace semanas por las fuerzas antiyihadistas apoyadas por una coalición internacional liderada por Estados Unidos.

El cielo está gris y está lloviznando. Son cientos los que emprenden este serpenteante y encaramado camino, con el pueblo en ruinas a lo lejos.

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La procesión avanza en silencio, solo roto por los llantos de los niños y el ruido intermitente de las ametralladoras.

Mujeres vestidas totalmente de negro suben cargadas con pesadas mochilas, con sus pertenencias. En el bolsillo de una de ellas se ve un cepillo de dientes.

Las madres aprietan contra ellas a los bebés, envueltos en mantas multicolores. Algunas de ellas sostienen a uno en cada brazo.

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Una mujer casi pierde el equilibrio. Los que están junto a ella la atrapan de milagro.

Lágrimas 

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Una niña, cubierta de polvo, tropieza dos veces y se cae al suelo. A su lado, su hermano avanza casi a gatas. Su madre, impotente, intenta ayudarlos.

Una mujer con un niqab negro lleva a sus espaldas a otra mujer, herida en una pierna. Al ver a los periodistas, un niña se pone a llorar.

Otra mujer, con una túnica marrón, cojea. Mientras avanza, suelta un grito de dolor.

Entre los hombres, también hay muchos heridos. Unos van con muletas, otros con el brazo en cabestrillo, el ojo vendado, manchas de sangre...

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"La situación es dramática, ustedes lo saben bien", dice uno de ellos.

Abrigados con gruesas túnicas tradicionales en lana, muchos de ellos tienen una imponente barba de patriarca, negra o gris.

Uno de ellos, con el rostro escondido tras una bufanda que solo deja entrever sus ojos, camina con ramas de árboles a modo de muletas.

"Vengo del país del imám Al Bukhari", grita un hombre con el pie vendado. "Uzbekistán", dice, cuando una periodista le pide más precisiones.

"El campamento, muchos heridos", cuenta en un árabe con un pequeño acento, mientras le ayuda un combatiente de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), la alianza kurdo-árabe que lleva a cabo la ofensiva contra los yihadistas.

El único camino seguro

Los últimos resistentes del EI están atrincherados en un campamento improvisado, hecho con lonas, vehículos y túneles, en Baghuz, cerca de la orilla del Éufrates. Es el minúsculo sector que queda del "califato" autoproclamado por el EI y que llegó a ocupar una superficie equivalente a la de Reino Unido a caballo entre Siria e Irak.

Entre los que huyen, hay hombres que dicen ser iraquíes, niños con rostros asiáticos, un menor rubio, un hombre negro que hace todo lo posible para esconderse de las cámaras.

Según un responsable de las FDS, es el único camino seguro para abandonar el lugar sin recibir disparos de los yihadistas.

La larga columna pronto llegará a lo alto de la cima, donde después de ser registrados e interrogados, los hombres sospechosos de pertenecer al EI serán detenidos. Mujeres y niños acabarán hacinados en los campamentos de desplazados en el norte de Siria, tras largos trayectos en camiones.

En los bordes del camino, aparecen múltiples objetos: cochecitos, ropa, mantas, maletas...

"Cuando hay enfrentamientos violentos, la gente toma este corredor", explica a la AFP el portavoz de las FDS, Adnan Afrin, quien cuenta que "cientos" de personas están abandonando el reducto del EI. "Son principalmente combatientes (del EI) y familiares de yihadistas".

Con el rostro medio escondido por un fular negro, un hombre avanza con un niño en sus brazos. Al pequeño, tendido, inmóvil, se le ve el vientre.

"Herido", acaba diciendo el hombre, ante la insistencia de los periodistas, con la mirada perdida. (I)