En medio de las hileras de árboles de mangos, con algunas orquídeas que florecen bajo su sombra, el silencio es como un grito furibundo que espanta el estrés, a esa fatiga citadina que nos tumba de bruces. El canto lejano de un gallo y el trino melodioso de unos pájaros de colores le dan más armonía a ese escape a aquel mundo rural.