Nueve años de combate y bombardeos han dejado a Siria en ruinas. El país ha vivido el conflicto más brutal de toda la primavera árabe, que se inició en 2011, se contabilizan al menos 500 000 muertos y cerca de 6 millones de desplazados.

Las protestas del 15 de marzo del 2011 en Damasco y Alepo, principales ciudades, a favor de la democracia y en rechazo al régimen del presidente Bashar al-Asad marcaron el inicio del conflicto todavía inconcluso.

La violencia ha sido protagonista en esta guerra y a lo largo de los años aparecieron cientos de grupos opositores rebeldes armados para combatir al Gobierno, como el Ejército Sirio Libre que buscaba tomar el control de ciudades y otros yihadistas y el Estado Islámico.

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Al-Asad prometió ‘aplastarlos’ y restaurar el control del Estado y en efecto logró recuperar gran parte de territorios, pero la provincia de Idlib se mantiene aún como el último bastión opositor y es escenario frecuente de bombardeos.

“La población se enfrenta a una situación desesperada”, afirma Julien Delozanne, coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) para Siria.

Delozanne dice que si las condiciones de vida en los campos de desplazados ya son duras y si la operación militar continúa provocará más afluencia de gente que empeorará la situación. La intensificación de los ataques en el noroeste del país desde diciembre pasado ha hecho que cerca de 950 000 personas huyan de sus hogares, especialmente de Idlib. El invierno y el frío complican aún más la situación de crisis humanitaria que atraviesa la región.

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En términos económicos se estima que las pérdidas de Siria en estos años de guerra sobrepasan los $188 000 millones. El impacto se ha reflejado también en la moneda local, la libra siria, que se ha devaluado hasta en 1000 % y en la producción diaria de barriles de petróleo que se redujo de 385 000 barriles en 2010 a 8000 en 2017.

Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, el deterioro causado por la guerra en Siria es tan elevado que muchas de las riquezas culturales y arquitectónicas que poseía difícilmente podrán recuperarse. Expertos estiman que Siria tardará cerca de tres décadas en dejar atrás todos los efectos que ha dejado el paso de esta guerra. (I)

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Testimonios. Habitantes de Siria

Mustafa Ajaj, médico sirio

‘No queda ningún lugar seguro al que escapar para los sirios’

“Todos los días registramos a personas que acaban de llegar, pero la gente ahora también está empezando a huir de Takad debido a los ataques aéreos a las áreas cercanas... la gente está asustada y huye”, dice Mustafa Ajaj, un doctor sirio que reside en Takad, una ciudad en el occidente de Alepo, considerada relativamente segura y que ha logrado mantenerse en gran parte libre de violencia.

El médico, de 42 años, quien vive junto a su esposa y sus cinco hijos y administra un centro de atención primaria de salud, dice que teme que su familia pueda ser la siguiente a la que le toque huir.

En Takad, los bombardeos empezaron hace poco al igual que en las ciudades de Atarib, Al-Fouk, Kafr Amma, Urem, Kafr Halab y alguna otra, refiere Ajaj, quien agrega que las calles de Takad y las colinas circundantes están llenas de tiendas de campaña, porque no hay suficiente espacio para recibir a todos los desplazados en los hogares de los residentes.

“Conocimos a una familia que dijo que habían sido desplazados siete veces. Primero de Alepo a Idlib, luego de un pueblo a otro, en busca de seguridad... esta familia ahora también ha huido de Takad”, agrega Ajaj y dice que su familia le ha pedido que no huya y le ha dicho que quieren quedarse. “Son más resistentes que yo”, apunta el médico. (O)

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Médica voluntaria de Médicos sin Fronteras

‘Todo lo que queremos es un lugar seguro para vivir’

“Algunos (sirios) se han marchado a pie porque no todos tienen posibilidad de contar con un vehículo. Han caminado kilómetros bajo el frío, sin sus pertenencias, sin nada con lo que mantenerse calientes. Muchos han escapado solo con la ropa que llevaban puesta”, dice una médica de MSF, que trabaja en el campamento de Deir Hassan, a 30 km al oeste de Alepo y prefiere el anonimato.

La doctora describe la situación en un momento en que cientos de miles de personas huyen de la ofensiva de las fuerzas gubernamentales en la última zona controlada por la oposición en Siria.

“La guerra dura desde hace casi nueve años, pero solo este año equivale a todos los anteriores si tenemos en cuenta todas las dificultades que vivimos. Este año, los ataques están siendo brutales, con todo tipo de armas: artillería, aviones, lanzacohetes, ametralladoras... La gente aquí sabe que lo peor podría estar por llegar y que puede suceder en cualquier momento”, dice la mujer. La gente está perdida y no tiene idea de lo que pasa. El miedo nos ha devastado, agrega.

“No sabemos qué sucede en lo político ni lo que nos deparará el futuro. Nadie sabe qué pasará mañana, solo que hay bombardeos y que fuerzas gubernamentales avanzan. Todo lo que queremos es un lugar seguro para vivir”, dice. (O)