Elizabeth estaba visiblemente consternada. Había logrado poner un pie en el Capitolio cuando la sacaron a empellones y con gases lacrimógenos. “…estábamos atacando el Capitolio! ¡Es la revolución!”, dijo cuando la entrevistaron.

Ella viajó 783.8 kilómetros de Knoxville, Tennessee, a Washington D.C., e intentó tomarse la sede parlamentaria, para evitar la confirmación de Joe Biden como nuevo presidente estadounidense. Elizabeth es “trumpista”.

Las marcas que logran desarrollar una relación amor/odio con sus audiencias son pocas. Las que conectan directamente con las emociones, pocas.

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Apple, Lego, Harley-Davidson, Mini, Messi, Bieber, o Trump.

Marcas a las que se ama… o se las odia. Marcas de culto.

Las marcas de culto son menos masivas que las marcas icónicas –como Coca Cola, The Beatles o Barcelona–. Sin embargo, es imposible ignorarlas.

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Justin Bieber tiene más de 22 millones de seguidores en Youtube. Millones de “Beliebers”. Pero su video Baby tiene más de seis millones de dislikes (también una cifra récord).

En La Sociedad Karaoke (2006) pregunté: “¿será que la comunicación comercial es la religión de nuestros días y las marcas, los ídolos que adoramos?”.

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En esta era pandémica de nueva normalidad, las marcas –comerciales, institucionales, políticas– que no conectan, no construyen comunidad. ¿Sectas de consumidores? ¿Compradores fanáticos?

Las marcas que no construyen ese sentido de unidad/comunidad, pierden.

Por cierto, las marcas de culto son para unos pocos –los escogidos–. Son marcas con liderazgo claros –como el de Jobs en Apple–. Incorporan ritos o preceptos en sus experiencias de compra y consumo –la religiosidad de la marca–. Evolucionan, pero mantienen su esencia.

Ahora, ¿por qué quisiera ser una marca de culto?

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1. Porque una relación de culto convierte a sus consumidores en sus evangelizadores. Ellos hablarán por usted.

2. Porque compartir valores, principios y sentimientos genera fidelidad (engagement). Y la fidelidad genera ventas.

3. Porque una relación de culto facilita las extensiones de marca. Piense en en iPod, iPad, iPhone…

4. Porque una relación de culto justifica los errores que la marca pueda cometer. Basta con que la marca sea percibida honesta.

5. Porque el sentido de pertenencia genera identificación. Y la identificación, identidad.

Las marcas de culto crean –junto a sus consumidores– una cultura excluyente, significativa y de largo plazo.

¿Qué mejor ejemplo que Q-shaman –el hombre disfrazado con cabeza de búfalo y rostro pintado– quien lideró el asalto al Capitolio? (O)