Las calles en Guamaní están desoladas. El único momento de reunión entre vecinos es para esperar el tanquero, que demora más de tres horas de su horario habitual. Baldes en el piso acompañan la algarabía de los moradores, quienes salen de la crisis con bromas y largas conversaciones.
En un redondel con dos guitarras como monumentos, una guardería desolada y un centro de salud con una sola puerta abierta, las personas van llegando con carretas, y en ellas, tanques, canecas, botellas, tinas y cualquier recipiente en el que se pueda captar agua.
Para ellos, hacer fila, esperar horas bajo el sol y llevarse varios litros de agua se ha convertido en una rutina normal. “Hacemos esto todos los días, hace dos semanas, es casi como un paseo”, dijo Carlos Pazmiño, vecino de Guamaní.
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Él conversaba con dos señores más en medio de una señalética de “pare”, miraba de un lado a otro, esperando encontrarse con el tanquero que les había prometido que llegaría a las 08:00 o 09:00.
Al ser consultado sobre su sentir y lo que significa vivir sin agua, Carlos respondió: “Esto significa vivir sin agua”, mientras señalaba a las más de 40 personas arrimadas sobre la pared que solo esperaban una cosa: poder llenar todos los baldes que habían llevado.
“En la casa hay que lavar los trastes, los servicios higiénicos, bañarse, y nos hacen esperar tanto. No es dable que estemos aquí parados y hasta el día de hoy no llegue el agua”, continuó Pazmiño.
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El sonido del motor de un camión o un bus alerta a los moradores. “¡Ahí viene, ahí viene!”, dicen muchos. Pero al observar que es una unidad de transporte público o un vehículo pesado, dejan los recipientes en el suelo, ponen su mano en el mentón y siguen esperando.
El alcalde Pabel Muñoz aseguró que los trabajos en el sector de La Mica habían culminado en todos sus procesos. Únicamente faltaba segmentar un tramo de tubería y sellar térmicamente para evitar fugas de agua y aire.
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Ante esto, el principal de la capital manifestó que empezarían las pruebas de circulación por la nueva tubería que llevará el agua desde la laguna de La Mica hasta la planta de tratamiento El Troje. Se completaría el proceso y, posiblemente, el sur de Quito volvería a tener el servicio de agua potable durante el miércoles 23 de julio.
Esto es algo que la gente no cree. “¡Qué va a regresar el miércoles!”, dicen. Para Carlos, las autoridades han sido imprudentes en sus declaraciones.
“No dicen la verdad, vivimos en la incertidumbre. Estos señores son imprudentes. Hay que estar a expensas de ellos. El alcalde dijo que este martes ya se restableció el agua, después hasta el miércoles. No lo creo, y ahora veamos qué pasa el jueves. Esperemos”, apuntó el ciudadano.
Una hora más en el lugar transcurrió y el distribuidor de agua potable no llegaba. El sol no daba tregua y varios hombres y mujeres, en su mayoría de la tercera edad, miraban su reloj con expresiones de preocupación por la hora.
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“¿Joven, vendrá el agua?”, se preguntaban. Por su parte, otros se “hacían al dolor”, como mencionó Agustín Bravo, otro vecino que no tenía esperanzas de que el servicio de agua potable se restablezca este miércoles.
“No, mañana no, porque ya dijeron que no depende de ellos, porque la gente no puede trabajar en el páramo y en esas condiciones”, afirmó Bravo.
Las familias son numerosas. Aproximadamente entre cuatro a siete miembros por casa tienen que abastecerse con cuatro baldes que duran un día. Muchos se han cansado del trajín y han tenido que viajar a otras provincias, solamente para lavar ropa.
“Hay que tomar el agua como si fuera petróleo, no desperdiciar en nada, gota por gota. Yo tuve que viajar donde una hija que vive en Ibarra para poder lavar la ropa porque ya era insoportable”, contó Carlos Pazmiño.
Van 14 días que seis parroquias, 205 barrios y alrededor de 400.000 personas se quedaron sin el líquido vital. Norberto Ambuludi, habitante de Guamaní por más de 30 años, cree que la incertidumbre de la población es algo que pudo haberse solucionado.
“Nos estamos muriendo de sed. Dicen que el fin de semana se restablece, y antes de ayer que no porque han suspendido los trabajos. No sabemos hasta cuándo. Hoy mismo o pasado, no sabemos”, añadió Ambuludi.
El agua deberá entrar en un curso de potabilización que dura cuatro horas. Después, el sur de Quito, en sus zonas perjudicadas, aguardará 48 horas más para que los tanques se llenen y empiece a drenar el agua desde los barrios bajos a las zonas periféricas de la capital. (I)