¿Qué es la filosofía? ¿Por qué se hace filosofía? ¿Cómo se hace filosofía? Son preguntas difíciles de responder sin explicar antecedentes, dice Joaquín Hernández Alvarado, doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú y rector de la Universidad Tecnológica Ecotec.

“Soy filósofo de formación y quiero explicarlo, porque en Ecuador la mayoría de las facultades de Filosofía son -en realidad- facultades de Educación. La filosofía es un saber distinto, que tiene un rigor, un método, una coherencia. Es una reflexión sobre la existencia humana, sobre cómo vivimos en el mundo”, enfatiza el filósofo Hernández, quien tiene doble nacionalidad: salvadoreña de origen y ecuatoriana por méritos.

Nacido en San Salvador e hijo único de Joaquín Hernández y Rosa Alvarado Angulo, sus años de secundaria en el colegio de los jesuitas (Externado San José) fueron clave para su formación filosófica e intelectual.

Fracaso y triunfo de la filosofía latinoamericana

Tenía 20 años cuando llegó a Quito el 10 de agosto de 1968, fecha en la que José María Velasco Ibarra asume por quinta ocasión la Presidencia de la República (después se enteraría de ese acontecimiento), para ingresar a la Compañía de Jesús y continuar con su formación en humanidades clásicas.

Escogió a Ecuador como destino por la gran tradición humanística en formación clásica que el padre Aurelio Espinosa Pólit, fundador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), había instaurado. El padre Espinosa fue un jesuita muy distinguido y uno de los más importantes humanistas del siglo XX.

“En los 60 ya están ocurriendo cosas, hay un nuevo orden que está cambiando y una nueva sociedad que está surgiendo. La Compañía, muy sensible a esto, se pregunta ¿cómo es la gente a la cual vamos a evangelizar?, e hizo cambios en los estudios. Por ejemplo, Ernesto Albán Gómez, doctor en Jurisprudencia y un apasionado de la Literatura, nos dio una cátedra de literatura contemporánea y de repente empezamos a enterarnos del boom latinoamericano”, recuerda Joaquín. Así descubrió a Cortázar, Vargas Llosa, García Márquez, Carlos Fuentes y José Donoso.

Cuando terminó sus estudios de filosofía tenía que regresar a El Salvador para hacer un par de años de magisterio y de ahí irse a estudiar teología. Sin embargo, no le gustaba el giro que estaba tomando la Iglesia con la izquierda. “Y al final tomé la decisión de salir de La Compañía. En mi caso fue muy ideológico, de feeling, de sentimiento”, revela.

Era 1973 y trabajaba como secretario privado del rector de la PUCE, cuando recibió la propuesta para ser gerente de ventas de Automotores y Anexos S. A., pero en Guayaquil. “Acepté y este nuevo trabajo me dio otra perspectiva. Estar en el mundo de los negocios, de la compra y venta, me daba una agilidad que normalmente muchos de mis colegas no tenían”, recuerda Hernández, quien a la par se desempeñaba como profesor de Filosofía 1, 2 y 3, y Epistemología en la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil.

Luego, en el 2009, pasó a liderar el sistema de posgrado de la Universidad Espíritu Santo (UEES), donde fue rector desde el 2014 hasta los primeros meses del 2024. Actualmente es el rector de la Universidad Tecnológica Ecotec.

Ardillas, tortugas y boas habitan en el estero de Guayaquil que la Universidad Ecotec busca biorremediar con bacterias

Publicaciones y colaboraciones

Ejercicio de la sospecha fue su primer libro, cuyo título se inspiró en el filósofo francés Paul Ricoeur. “Fue el nombre que encontré para agrupar mis artículos que aparecieron en la columna de diario Expreso, desde 1973 hasta 1984. Estaba recién llegado de El Salvador, y en mis editoriales analizaba la coyuntura internacional, la cultura y hablaba de filosofía, pero en dosis potables”, explica Joaquín Hernández Alvarado.

Publicó un artículo en Cuadernos salmantinos, la revista de la Universidad de Salamanca, España, sobre “una filosofía que estaba de moda en esa época: la filosofía de la liberación, que no es lo mismo que la teología de la liberación, aunque coinciden en algunos temas”.

Colaboró con su amigo Julio Echeverría, de la editorial Nariz del Diablo, en la obra Debates sobre modernidad y postmodernidad. “La posmodernidad es el fin de la modernidad, pero ¿qué significa el fin de la modernidad? Que la época de los grandes relatos, por ejemplo, el relato del progreso, de la revolución o del héroe, se están cayendo. La gente lo que busca ahora son microrrelatos: cómo yo puedo tener calidad de vida, cosas más del orden subjetivo. Cuando termina la Guerra Fría con la disolución de la Unión Soviética, surge la pregunta ¿cuál era la revolución que venía? Los individuos empiezan a tener una sensibilidad de que su vida privada tiene una importancia, porque en el megarrelato del progreso hay que trabajar y trabajar para conseguir esto. El posmoderno dice sí, hay que trabajar, pero también quiero disfrutar”, explica.

También ha sido columnista en los diarios El Comercio, EL UNIVERSO, El Telégrafo y Hoy.

Su tesis doctoral en la Pontificia Universidad Católica del Perú se convirtió en el libro titulado El fracaso de la filosofía de la liberación latinoamericana, presentado el pasado mes de mayo. (I)