Daniela recuerda que su abuela materna, con quien creció cercanamente, le decía en su adolescencia: “Tienen que tener un novio porque después se van a quedar en la percha y tengan hijos porque si se divorcian al menos no se quedan solas”, pero con 34 años su vida refleja todo lo contrario.

Ella es una profesional sin hijos que ahora trabaja en un organismo internacional en Quito, pero creció y estudió en Guayaquil.

También vivió en Argentina en su afán de no estar atada a un sitio específico y de ser freelance, lo que le dejó problemas económicos.

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”Mis padres se divorciaron cuando yo tenía tres años. Crecí más rodeada de mujeres con mi mamá y mis dos hermanas, entonces éramos cuatro mujeres. Mi abuela era la convencional porque responde más a su generación”, dice.

Las decepciones amorosas la han llevado a que poseer pareja e hijos y casarse no sea un tema prioritario.

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“Honestamente no quisiera tener hijos, ni tampoco tengo como proyecto de vida el matrimonio”, indica.

Aunque reconoce que ha tenido momentos ilusorios en los que ha estado dispuesta a claudicar en su convicción personal, como en su última relación con una persona más adulta que ella.

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“Tuve una pareja hasta hace poco y allí sí me ilusioné porque es algo que me había planteado, se hizo como tangible, como cuando alguien te dice podemos casarnos y esa persona ya tiene su casa y te dice que hagas los cambios que quieras, esa visión más de pareja, me hizo creer un poco. Tuvimos conflictos y terminamos en diciembre (del 2023), ahora estamos de nuevo juntos pero ya no tengo la expectativa del matrimonio de antes”.

En otros momentos de su vida también pasó por su mente lo de al menos tener un hijo.

“Quizás allí sí me cala lo de mi abuela de no quedarme sola, aunque sea un hijo te acompaña si ya eres mayor y no tienes pareja y te cuida, pero a mis 34 ya no tengo planes próximos de tenerlos”, añade.

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Cree que estas motivaciones diluidas responden a la circunstancia de estar en una pareja formal, lo que hace pensar en esa posibilidad.

“Pero ahora lo veo complicado. Recién a mis 34 años tengo algo de estabilidad laboral tras salir de una deuda, tampoco sé si me quiero quedar o salir del país para hacer otra maestría”.

Las infidelidades de algunas relaciones que mantuvo la hacen desilusionar de la idea del amor romántico y para siempre, añade.

“Disfruto mucho de mi tiempo a solas y me doy cuenta de que no necesito de una pareja para estar estable. Si puedo compartir con alguien, genial, pero de lo contrario todo bien”, asegura Daniela.

A nivel de expectativas y convenciones, sostiene, es muy difícil desmarcarse.

“Quise tener más libertad en el manejo del tiempo, pero salir del sistema en el que quieren que estés de ocho a diez horas trabajando, la misma sociedad te lo hace complicado, te quedas con una vida precaria”.

La noción del éxito también condiciona. “A mis 34 años no tengo una casa, no sé si voy a tenerla, económicamente la vida es bien complicada, los salarios no alcanzan. No tengo nada, pero lo digo quizás porque estoy condicionada por esa idea y te mides en función de esos parámetros sociales, por más que no vivas acorde a ese tamiz en la cotidianidad”. (I)