El presidente de la naviera White Star Line, Bruce Ismay y el de los astilleros Harland & Wolff, William Perrie, decidieron llevar a cabo un ambicioso proyecto que constaba en la construcción de un trío de transatlánticos que se convertirían en los más grandes, rápidos y lujosos del mundo. Algo considerado como un gran desafío de ingeniería para principios del siglo XX.