La década de 1950 estuvo marcada por la era atómica, aquella época en la que se pensaba que las fuentes de energías del futuro serían nucleares.

Había una gran expectativa de que en cuestión de años varios productos o servicios usarían energía nuclear de alguna forma, como por ejemplo, que vehículos pudieran usar esta energía en vez de combustibles fósiles; idea que fue conceptualizada por Ford en su diseño de vehículo Ford Nucleon.

Así que, durante esta era, en la que el entusiasmo por las energías nucleares era muy grande, se lanzó al mercado un particular kit científico destinado para niños que contenía elementos radioactivos.

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El Laboratorio de Energía Atómica Gilbert U-238 era un equipo científico completo con cuatro tipos de mineral de uranio (autunita, torbernita, uraninita y carnotita), instrumentos como un espintariscopio y un contador Geiger-Müller para detectar el contenido de radiación e instrucciones para usar el contenido del equipo en experimentos. Fue producido por A. C. Gilbert Company, empresa de Albert Carlton Gilbert, exatleta y conocido inventor de juguetes estadounidense.

La compañía de juguetes ofreció el Laboratorio de Energía Atómica por solo un año a $ 50, que ajustado al precio actual rondaría los $ 400. Según su autobiografía, citada por Google Arts & Culture, Gilbert desarrolló el Laboratorio de Energía Atómica U-238 con la guía de los mejores físicos nucleares del país y trabajó en estrecha colaboración con MIT en su desarrollo.

Incluso, en el kit venía un manual de instrucciones de 60 páginas aproximadamente, que detalla más de 150 experimentos, titulado Gilbert Atomic Energy Manual, que fue escrito por el Dr. Ralph Eugene Lapp, físico involucrado en el Proyecto Manhattan, el programa de investigación y desarrollo que condujo a la producción de las primeras armas nucleares, dos de las cuales terminaron siendo utilizadas contra Japón en agosto de 1945, según describe un artículo de un sitio web de los museos de Canadá, Ingenium.

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Foto: iCollector

Peligros de uso

Aunque la promoción de este juguete aseguraba a los padres de familia que las sustancias presentes en el kit no eran dañinas, había la posibilidad de que los niños sufrieran quemaduras por radiación.

Asimismo, se advertía que las fuentes radiactivas, que se guardaban en vasos sellados, podían ser extraídas de sus frascos, por lo que se aconsejaba a los usuarios que no las sacaran, porque “tienden a descascararse y desmoronarse y se corre el riesgo de que el mineral radiactivo se esparza en su laboratorio”.

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A medida que aumentaron las preocupaciones por la seguridad, estos juegos de laboratorio se retiraron rápidamente de los estantes de las tiendas, aunque se vendieron unos pocos miles.

Actualmente, es un producto muy valorado por los coleccionistas, llegando a costar $2.500, de acuerdo a una venta producida en el sitio iCollector.com. (I)