El sonido de un violín despidió a Jaime Villagómez Fayad. Las notas de Tristesse, de Frédéric Chopin, se escucharon en la sala de velación de un panteón de Guayaquil. Allí, su féretro caoba estaba junto a un enorme arreglo floral en el que se colgó una foto en que se lo veía con su pareja: él, esbozando una sonrisa, con un abrigo tejido; y ella, con su ondulado cabello rubio y una chaqueta café.