En su momento mi primera reflexión sobre la resolución del Gobierno de crear un sistema de uso del dinero a través del teléfono celular, “dinero electrónico”, con el objetivo de incrementar la “bancarización” de la población abriendo cuentas bancarias personales en el Banco Central del Ecuador, fue coincidir en que se trata de una estrategia necesaria que haría más eficientes y ágiles las transacciones de compra y venta al menudeo y, por lo tanto, disminuiría la necesidad de dinero físico en billetes y monedas. Sin embargo, desde el inicio de la difusión del sistema, opiné que no era práctico y no tendría éxito por lo engorroso de su aplicación, ya que el usuario entregaría dinero físico para abrir su cuenta virtual en los establecimientos autorizados y volvería a hacerlo cada vez que desee aumentar su saldo o reponer lo gastado y poder utilizarlo nuevamente. Por lo ineficiente de este procedimiento, opino que la mayoría de los ciudadanos preferiremos mantener el dinero en la banca privada por las facilidades de recibir nuestros ingresos en nuestras cuentas y el uso y acceso al dinero disponible a través de ventanillas, cajeros electrónicos, tarjetas de débito y plataformas digitales, además de la oferta de servicios financieros. La poca acogida de la población al sistema discrecional de apertura de cuentas en el Banco Central para uso del “dinero electrónico” podría ser solucionado si el Banco Central aceptara convertirlo en una “Plataforma Multibanco” de tal manera que quienes mantenemos cuentas corrientes y de ahorros en la banca privada pudiéramos utilizarlo a través de esas cuentas sin necesidad de abrir otra en el Banco Central.

Si el Gobierno insiste en mantener su sistema sin modificaciones que faciliten el proceso, continuarían las elucubraciones sobre las intenciones finales de la centralización de las cuentas bancarias de los ciudadanos en el Banco Central, ya que de lograrlo, esta entidad podría tomar el lugar de la banca privada, manejando el dinero del público y creando más dinero a través de créditos a los sectores públicos y privados, amén del pago con ese medio de salarios a la burocracia, contrataciones públicas, compras y deudas con proveedores del Estado, etcétera, recuperando de esa forma la capacidad de emisión perdida por la adopción del dólar como moneda de cuenta y disminuyendo radicalmente la captación de recursos de la banca privada, entidades que constituyen el mayor obstáculo para la concreción de una estrategia de concentrar en el Estado la dirección integral de la economía, si ese fuera el verdadero objetivo del Gobierno.

Si fuera válido el mencionado objetivo, no podemos perder tiempo en experimentos de esa naturaleza, el ciclo adverso que vivimos exige trabajo en equipo de los sectores público y privado para encontrar juntos los caminos que nos lleven a la recuperación de nuestra economía de la forma más rápida posible. La recesión está ocasionando cierre de negocios por falta de demanda y alta desocupación en los sectores de menores recursos. La disminución de ventas está minando el capital de trabajo de las empresas afectadas y llevándonos a un círculo vicioso cuya consecuencia no es otra que más pobreza. (O)