Así se titula el libro publicado en conjunto por Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, profesores e investigadores de la universidad de Harvard, expertos en democracia y autoritarismo en Europa y Latinoamérica. Los autores analizan las distintas causas que llevan a que una democracia desaparezca o se destruya, pero también ofrecen una variedad de recetas o remedios para protegerla frente al reciente auge de gobiernos populistas o demagógicos. A pesar de que una gran parte del libro se centra en el estado de la política estadounidense luego de la elección de Donald Trump, Levitsky y Ziblatt hacen algunas referencias a Ecuador y también estudian otros casos como la Argentina de Perón, la Alemania de Hitler, el Perú de Fujimori y, con una especial atención, la Venezuela de Hugo Chávez.

Dentro de los distintos argumentos que los autores esgrimen a lo largo del libro, hay un punto que merece especial atención y que tiene que ver con el proceso de destrucción de las democracias en el pasado frente a lo que sucede en la actualidad: durante la segunda mitad del siglo XX, los golpes de Estado ejecutados por quienes ostentaban el poder militar se convirtieron en la principal fuente de ruptura democrática. Lamentablemente, nuestro continente fue un testigo directo: Argentina, Brasil, Perú, Uruguay y Ecuador, por citar algunos casos, tuvieron gobiernos militares que socavaron las libertades individuales, violaron los derechos humanos y mostraron un absoluto irrespeto por el orden constitucional.

Lo común hoy en día es que el proceso sea lento, a veces incluso imperceptible, y muy difícil de apreciar debido a que son los mismos líderes elegidos democráticamente quienes llevan a cabo esta destrucción. Uno de los ejemplos señalados por los autores es el de Chávez, un gobernante elegido democráticamente en 1998, pero que recién comenzó a dar sus pasos inequívocos hacia el autoritarismo en 2003.

En la actualidad, en cambio, el proceso de destrucción de la democracia es distinto: los golpes militares y las usurpaciones del poder cada vez son menos frecuentes. Identificar el momento o el instante exacto en el que se comienza a destruir la democracia es mucho más complejo, lo común hoy en día es que el proceso sea lento, a veces incluso imperceptible, y muy difícil de apreciar debido a que son los mismos líderes elegidos democráticamente quienes llevan a cabo esta destrucción. Uno de los ejemplos señalados por los autores es el de Chávez, un gobernante elegido democráticamente en 1998, pero que recién comenzó a dar sus pasos inequívocos hacia el autoritarismo en 2003. Todo lo que vino después ya es historia.

A pesar de lo frágil que ha sido la tradición democrática de Ecuador durante su historia, merece particular reflexión los actos del anterior gobierno; durante la última década los ecuatorianos pudimos presenciar aquellas actuaciones que tanto afectan la salud de cualquier democracia: la cooptación de los distintos poderes del Estado, inseguridad jurídica, criminalización del periodismo, etc. Es por eso que, teniendo presente la actual coyuntura política del país, se puede concluir que el presidente Lenín Moreno se encuentra ante un reto mayúsculo: desmontar el andamiaje institucional que permitió que se cometieran tantos abusos y que dejó a la democracia ecuatoriana en un estado de fragilidad preocupante. En el último capítulo del libro, Levitsky y Ziblatt explican varias de las razones que llevaron a Chile a ser el país más estable de la región. Creo, al igual que ellos, que ese podría ser un buen camino para empezar. La cancha, por ahora, está trazada. (O)

*Abogado.