Si es así, hoy me dirijo a usted porque creo tener confusión de conceptos o definiciones. La política es una ciencia social que se define como “el arte relacionado con el gobierno de los estados y que promueve la participación ciudadana distribuyendo y ejecutando el poder según sea necesario para garantizar el bien común”. En países con ordenamiento jurídico los políticos son elegidos o nombrados como “representantes del pueblo en el mantenimiento, gestión y administración de los recursos públicos, que velan por el interés general de los ciudadanos manteniéndose dentro de una ética profesional de servicio al pueblo y no a sí mismo”. Bellas definiciones. El vocablo “arte” ya confiere un halo de nobleza al corresponder a “cualquier actividad humana hecha con esmero y dedicación o a cualquier conjunto de reglas necesarias para desarrollar de forma óptima una actividad”.
Es decir, si usted se autodefine como político, es alguien que se ha preparado durante mucho tiempo para perfeccionarse en el arte de la política, con esmero, dedicación y aprendizaje permanente; que, además, su esfuerzo está orientado a desarrollar actividades tendientes a promover el bien común, a velar por el interés de los ciudadanos y no del suyo propio, manteniendo una ética profesional a toda prueba.
Intenté identificar políticos nuestros que reúnan estas cualidades y me resultó tristemente fácil: son tan pocos. Para muchos, el término “político” se ha vuelto peyorativo, define a manipuladores, demagogos, oportunistas en busca de votos y poder; corruptos con anhelos de enriquecerse; aprovechar el poco o mucho tiempo que tengan en cualquier nivel de poder para robar, saquear, aun de lo poco o nada que queda; parecen chacales que depredan todo. El cinismo los define, nada los sonroja; pueden llover pruebas de sus truhanerías y sin inmutarse alegarán únicamente “persecución política”.
Entre amigos y parientes, incluso con desconocidos, escogemos ironizar ante todo el entretejido novelesco de corrupción, poder y política actual.
Expectantes, asistimos al mejor reality, siempre con algo nuevo y sorprendente.
A pesar de nuestra larga historia de corrupción, estamos atónitos. Avionetas robadas a descuidados propietarios por amigos de sus amigos cargados de dinero; pasajeros que desconocen hacia dónde viajan, por qué y para qué, “son mileniales, viven otra realidad”; jóvenes de excepcional capacidad y talento que a sus tempranos 24 o 25 años ya lograron millonarios contratos; el grito desgarrador de “Viva la patria” por quien ayuda “a su pueblo” con insumos médicos; el padrastro indignado contra los entenados por sus pillerías; los amigos del padrastro, los de antes y los de ahora, que se muestran sorprendidos. Y los otros… los “honestos” que se indignan viendo la paja en el ojo ajeno, escondiendo la enorme viga que tienen en los suyos; los que han robado tanto o más. La trama central del reality es “guerra de carteles”.
La pandemia no condujo a saqueos de pobres por hambre, saquearon los de corbata por avaricia. ¿De qué clase de político es usted? Necesitamos verdaderos políticos porque muchos de los actuales asquean. (O)