Han pasado 30 años ya desde la Reunificación de las dos Alemanias, casi 31 desde la caída del Muro de Berlín, una herida honda que sigue sanando. El 3 de octubre de 1990 entraron en vigor los tratados firmados por la RDA y la RFA tras un larga serie de diálogos y se consumó la Reunificación oficial. Empezó así el complejo proceso de suturar la herida.

Alemanes de diversas generaciones y orígenes conmemoran hoy este acontecimiento fundacional y feliz de su historia moderna. Y la historia de Alemania no es precisamente un cuento de hadas: la Primera Guerra Mundial y la derrota, la hiperinflación de los años 20, la llegada al poder de los nazis en el 33, la Segunda Guerra Mundial, los campos de concentración y exterminio… el horror, otra derrota, la vergüenza. Las cenizas, la postguerra, la pobreza. Los alemanes que sobrevivieron al crimen del que fueron cómplices, queriendo o sin querer, se encontraron en 1945 en un país dividido en zonas de ocupación. Las inhumanas fantasías de grandeza de Hitler convirtieron a la nación no en el hazmerreír del mundo sino peor, en la vergüenza. El horror tendría consecuencias a largo plazo. Entre 1951 y 1989, sobre el escenario de la Guerra Fría, la Alemania dividida era una fábula ejemplar: al Este la Alemania Comunista cuyo gobierno era un títere de la Unión Soviética, al Oeste la Alemania Federal, cuya reconstrucción económica y cultural la dirigieron los Estados Unidos.

El periodista Stefan Aust considera que recién con la Reunificación se terminó verdaderamente la Segunda Guerra Mundial. Pero sus consecuencias se viven hasta hoy: existen errores sin fecha de caducidad. Las dos Alemanias que tras la caída del Muro por fin pudieron abrazarse pronto olieron sus diferencias, más penetrantes de lo que imaginaban. Dos sistemas económicos radicalmente opuestos, valores, consciencia y vivencias diversas. Yo vivo en la ex Alemania comunista e incluso desde mi mirada extranjera puedo detectar todavía diferencias entre un “Ossie” y un “Wessie”. Durante décadas, aquello que el mundo consideraba como “alemán” eran la narrativa y la perspectiva de la Alemania occidental capitalista, así que la identidad cultural del alemán del Este resulta todavía exótica y desconocida a nivel internacional (algo menos tras películas como Good Bye, Lenin!). Los niños de la RDA leían Mosaik, veían el Sandmann, bebían en la escuela la ideología socialista con valores humanistas y métodos represivos. Sus madres y abuelas vestían batas de dederon, trabajaban día y noche. Pocos padres manejaban un Wartburg o un Trabi. No habían suficientes teléfonos, lavadoras ni bananas. Pero había libros y soljanka, canciones y vacaciones en el mar Báltico y Checoslovaquia. Este mundo naufragó de la noche a la mañana. Los ganadores lo redujeron a dos palabras: Stasi y carestía.

Consecuencia de la arrogancia de la Alemania Occidental ante la Alemania Oriental “pobre” y “cándida” fue el resentimiento y el complejo de inferioridad que los alemanes del Este poco a poco han ido superando, especialmente en los últimos años en que se ha revalorizado la identidad cultural del Este, su pasado, sus historias. Muchos alemanes del Este vivieron el fin de la dictadura, la llegada de la democracia, entre la esperanza y el temor. Hubo un enorme éxodo del Este al Oeste donde había mejores trabajos, mejor pagados (hasta el día de hoy). Pero al mismo tiempo inversores del Oeste aprovecharon la oportunidad para hacer fortuna en el Este, comprando inmuebles o haciendo quebrar a fábricas locales para vender sus propios productos o establecerse en los nuevos Estados Federales. Reemplazaron la dictadura ideológica por la dictadura del dinero y el consumo. Sin embargo, en el Este persiste un espíritu de sencillez y solidaridad. Son pocos y mal vistos los nuevos ricos que alardean de sus Porsche, la mayoría es feliz con su bici, su bosque, sus conciertos y su pan fresco en domingo.

La transición hacia la unidad alemana es un proceso que continúa con aciertos y errores. Pero más allá de los desaciertos, Alemania ha logrado erigirse en un país fuerte y solidario. Ha sabido manejar la crisis del corona y superará obstáculos venideros guiada por ese espíritu de diálogo, unión y democracia que caracteriza hoy a este país gobernado por una gran mujer. (O)