El histórico tren del Ecuador con una nueva esperanza de ser rehabilitado.


La rehabilitación del sistema ferroviario es la paz del Ecuador. Cuánto cuestan, directa e indirectamente, las revueltas indígenas de los últimos tiempos. El indigenado es un grupo que debe pasar del millón de personas, dirigido y unido por el factor pobreza producido, también, por la falta de transporte. A un productor no le pueden faltar los medios de llegar a los mercados de consumo. Lo contrario es quiebra. Requerimos que esa unión esté dirigida por la prosperidad, solidaridad y que la clase indígena no nos cuente sus tristezas sino las divisas que produce su trabajo, el manejo en sus espacios turísticos y las ventas de sus artesanías.

El tren es el balcón desde donde se contempla el bello paisaje andino. Al Gobierno le corresponde que los indígenas guarden la flecha, la lanza y el garrote. Las cosas no quedan ahí, hoy el país está contaminado, eso parece que no tiene fin; los estados de excepción debidos al COVID, los paros, la inseguridad, se suceden unos a otros. Hay más de 60 policías asesinados, la paz del Gobierno es una lista de muertos y el Ecuador es geografía de dolor y de muchos poblados en abandono.

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El recordado presidente Roldós auspició un magnífico plan denominado Desarrollo Rural Integral. Me aterra enterarme de los ‘planes habitacionales’ en Guayaquil y me pregunto, ¿habrá trabajo para esas personas?

El ferrocarril rehabilitado impedirá el éxodo, el campesino tendrá transporte y comercializará sus productos, se evitarán los cordones de miseria alrededor de las grandes ciudades. El ferrocarril será un agente antiinflacionario, a más víveres, menos costos; creará fuentes de trabajo hoy ausentes en el país, evitará invasiones. Imaginemos la producción nacional repartida por toda la República. Un millón de beneficios traerá la rehabilitación del tren. (O)

Rafael Mendoza Avilés, abogado, avenida Samborondón