Las banderas de la República del Ecuador y de la ciudad de Guayaquil han flameado siempre en los balcones de los edificios del sector centro de esta urbe porteña, y más todavía, en festividades históricas y cívicas.


El mes de julio representa para los guayaquileños un tiempo de distracciones por las fiestas del proceso fundacional de su hidalga y noble ciudad de Santiago de Guayaquil.

Los ciudadanos, llenos de orgullo y gratitud, se aprestan a festejar, a pesar de las adversas circunstancias que se están viviendo; siempre el amor a la ciudad vence obstáculos para decir “presentes”, “listos”, para realizar acciones buenas como personas agradecidas de esta tierra bendita que extiende sus brazos a todos sus hijos, guayaquileños y no guayaquileños, para darles oportunidades y un abrazo, como la gran ciudad bañada por las aguas de su hermoso río Guayas. Su patrono, el apóstol Santiago, la protege, y por su fe resurge siempre como el ave fénix, cada vez más altiva, que invita a soñar con grandes y mejores días para todos.

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Recordar es vivir aquellos momentos que dan inicio a estas grandes festividades en julio. Guayaquil se viste de celeste y blanco, se escuchan las más bellas canciones dedicadas a esta tierra, como Guayaquil de mis amores (compositor: Nicasio Safadi, y letra escrita por Lauro Dávila), Guayaquil vive por ti (compositor: Luis Padilla Guevara), Guayaquileño madera de guerrero (compositor y música: Carlos Aurelio Rubira Infante), etc., que invitan a entonarlas con sublime alegría y amor.

Maestros de escuelas y colegios realizan pregones con bailes, actos culturales, alusivos a esta gran efeméride. Escolares niñas vestidas de guayaquileñas bonitas y los niños ataviados de Juan Pueblo, de los iconos de los valores de las mujeres y los hombres guayaquileños. Y los adolescentes estudiantes, con su gracia, participan en comparsas, carros alegóricos, en los desfiles organizados por la Municipalidad de Guayaquil, demostrando así el cariño y el homenaje a excelsa ciudad, la Perla del Pacífico.(O)

Alicia Carriel Salazar, profesora, Guayaquil