La bandera celeste y blanco que un día se izó con orgullo al son del repique de campanas anunciando libertad con el respaldo y la complacencia del deber cumplido de sus héroes, forjadores de la independencia, de un mundo sin cadenas; hoy también defiende de avalanchas.

Ciudad bendita de Olmedo y Rocafuerte, así como los árboles reverdecen en silencio y vuelven a la vida como planeando otra fragua de Vulcano para luchar contra los males que aquejan nuestra sociedad; en esta lucha por la paz todos seremos los héroes, y la meta será la educación, escudo que nos llevará al triunfo, unidad. Tenemos que volver a enseñar el Alfabeto para un niño, escrito por José Joaquín de Olmedo, la honradez y el respeto. Nuestros próceres de la independencia son ejemplos a seguir, para ver la aurora renacer con mejores y grandes días. Dios bendiga a Guayaquil y la patria. (O)

Alicia de Jesús Carriel, profesora, Guayaquil