Karl Marx, conocido como el creador del socialismo moderno, criticaba duramente las religiones. Por esta razón el culto religioso estuvo prohibido en países socialistas por varias décadas, y la posición oficial de muchos Estados socialistas es el ateísmo.

La explicación es sencilla: el objetivo de los líderes socialistas es crear una pseudoreligión por la que, en lugar de adorar a Dios, adoren a sus líderes ciegamente. Para un socialista promedio lo espiritual es ficción, los principios y los valores básicos de la rectitud y la honorabilidad son chistes. Para un socialista promedio los diez mandamientos de la ley de Dios son solo superstición, especialmente los que dicen “no mentirás”, “no robarás”, “no codiciarás los bienes ajenos”, y el más importante: “No matarás”. Solo así se entiende por qué tantas personas han muerto en las protestas en Venezuela contra el chavismo y por qué sucedió todo lo que sucedió en la década correísta. (O)

Juan Fernando Williams Salcedo, parroquia Puembo, Quito