Guayaquil es la ciudad cosmopolita de ensueño, alegría, abriga a propios y extraños; del río y el manglar; la cuna de grandes hombres y mujeres valiosos que ensalzaron y defendieron su nombre. Que la gratitud sea la dicha de sus habitantes, su trabajo sea para engrandecerla, sus fuerzas se unan para defenderla. Que el amor y la fe sean el motor que mueva la vida de todos los que nos cobija.

Tierra bendita donde el caminar de su gente continúa con optimismo a pesar de los grandes males. Lloramos, pero al verte grandiosa volvemos a la vida. Recordar cómo surgiste de tambo en tambo fueron varios traslados, pero siguiendo el horizonte llegaste al cerrito y al río, te quedaste como ave soñadora en su nidal. Hoy luces con galas, tienes grandes ideales. Muchas veces parece que nos detenemos, pero volvemos al sendero, con bien, a luchar y conseguir sueños grandes, contemplar desde el grandioso malecón cómo te acaricia tu majestuoso y precioso río, los cerros altivos guardianes, los edificios modernos, y antiguos barrios con historia. Caminando por el mundo, siempre volvemos a la tierra del celeste y blanco, del saludo gozoso, del guayaquileño madera de guerrero; tierra con luz celestial. (O)

Alicia de Jesús Carriel Salazar, Guayaquil