Merece que los ecuatorianos se encuentren bien informados de las nuevas variantes que asoman de la vigencia del virus COVID-19 sobre el hombre y los animales dispersos en la tierra, debiendo saber que hasta este momento suman más de 100 de estas, y que este patógeno probablemente se quedará morando entre nosotros por mucho tiempo, como el virus de la gripe del que igualmente se conocen muchas variantes, más de 150 mutantes, y su vigencia es ya una realidad normal entre nosotros.

Las mutaciones no son sino los cambios que un virus experimenta en su estructura para poder vivir cómodamente en sus hospederos, pudiendo ser benignas o malignas, dependiendo del número de esta y del sitio de presentación. La pandemia del COVID-19 nos va demostrando realidades epidemiológicas que debemos conocer para asumir diferentes posiciones ante la magnitud de la tragedia: una es que las mutaciones experimentadas ventajosamente son de la misma cepa, no existiendo hasta el momento otro patógeno que el COVID-19, y las vacunas que la ciencia ha producido son las únicas armas para defendernos; no hay otro modo de hacerlo. La variante que se originó en la India, denominada por insinuación de la OMS, Organización Mundial de la Salud, ‘delta’, extendiéndose desde octubre del 2020 a más de 80 países en el mundo (en América, en Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México, Perú) es calificada por esa entidad como la variante de interés, es decir sujeta a investigación, variante de doble mutación B.1.617. Las mutantes son: L452K y T484Q, la primera ya identificada en la variante de California, y la segunda, en la del Reino Unido que produjo mucha preocupación médica. La vacunación con los anticuerpos producidos nos protegen, sumadas las medidas y la desinfección. (O)

José Manuel Aguilar Reyes, veterinario, Memphis, EE. UU.