Hoy en día, cuando nos preguntamos sobre los conflictos bélicos vigentes, se destacan las guerras de Siria y Yemen, el conflicto en Medio Oriente agravado por la tensión entre Estados Unidos, Rusia e Irán, las complejas y múltiples luchas en el Sahel (Malí, Níger o República Centroafricana) y la guerra olvidada de Sudán del Sur.

Si pensamos en conflictos bélicos en América del Sur, sobre todo en el Ecuador, desde la última guerra del Cenepa en 1995 con el vecino país del Perú, no han existido más. No obstante, desde 1995 Ecuador y la región tienen otro tipo de conflictos y guerras, bien sea con el narcotráfico o la delincuencia dentro de cada territorio.

Por citar solo un ejemplo tomemos como referencia el año 2017, cuando unas 464.000 personas en todo el mundo fueron víctimas de homicidio, superando con creces las 89.000 que murieron en conflictos armados en el mismo periodo, esto de acuerdo con el Estudio mundial sobre el homicidio 2019, publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés). Con estas cifras, es necesario reestructurar la función de las Fuerzas Armadas del Ecuador y definir claramente cuál será su rol en la sociedad del siglo XXI.

En un mundo evolutivo, en el que inclusive los conflictos armados ya no se dan regularmente con el enfrentamiento hombre a hombre, sino más bien con el uso de misiles teledirigidos, drones de batalla y demás elementos técnicos que permiten tener ventajas tácticas como la sorpresa, el sigilo y la distancia, es necesario que la Marina, el Ejército y la Aviación emprendan una labor organizada que ayude a combatir a la delincuencia común y a la delincuencia organizada. En caso de que la preparación de los militares sea distinta a la del policía, se los debe capacitar y adiestrar en cómo defender a la ciudadanía de las personas que, debido a los problemas socioeconómicos del país, y en otras ocasiones por decisión propia, se dedican al hampa y al crimen. En el 2020, una cifra aproximada del número de miembros de las Fuerzas Armadas era de casi 44.000, mientras que la policía cuenta con cerca de 50.000 efectivos.

Es decir, si en el país existen casi 2,7 policías por cada mil habitantes, si sumamos a los miembros del Ejército podremos llegar a casi cinco uniformados por cada mil habitantes. Por razonamiento lógico, tener el doble de efectivos debería ayudar a reducir el índice de crímenes y acciones delictivas del país. Por ejemplo, en el 2020, un año marcado por la pandemia y la crisis financiera, la inseguridad en el Ecuador aumentó; el principal indicador que lo demuestra es la tasa de muertes violentas, que subió un punto: pasó de 6,8 a 7,7 por cada 100.000 habitantes. Otra labor que se debe reforzar con las Fuerzas Armadas es el control de la frontera (con especial énfasis en el narcotráfico en el norte del país) y de la piratería, la cual deja a muchas familias sin alimento, sin instrumentos de trabajo y con la muerte de sus seres queridos, luego de vivir la tragedia de la desaparición en alta mar.

Hagamos del Ecuador un país seguro y reafirmemos que somos un pueblo de paz. (O)