La embajada de Japón en Quito celebró el natalicio del emperador Naruhito, Día Nacional de ese país. El embajador nipón Morishita Keiichiro resaltó el buen momento por el que pasan las relaciones ecuatoriano-japonesas. Respondió el embajador Jaime Barberis en representación del canciller del Ecuador, Juan Carlos Holguín. Es frecuente que este tipo de intervenciones sea un intercambio de ramos florales, en los que dicen bellezas. En tales casos suelo sustraerme de los aplausos por compromiso. En esta ocasión el embajador Morishita tenía mucho que informar sobre los aportes de su país y el embajador Barberis habló del compromiso del Gobierno ecuatoriano con el libre comercio y la vigencia en todo el mundo de los principios republicanos, siendo particularmente enfático en condenar la invasión rusa a Ucrania. “Tenemos política internacional”, me dije y aplaudí con gusto.

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Por eso me he referido a este revelador momento. En un gobierno que ha perdido el rumbo en algunos campos, en el importantísimo frente externo se ve dirección y sensatez. El canciller Holguín ha demostrado liderazgo y eficacia en su gestión, incluso, en más de una ocasión, en otros temas le ha sacado lealmente las castañas del fuego al régimen. Se han firmado importantes tratados de libre comercio y se negocian intensamente otros. Dirán algunos que no se negocie tan intensamente y se los firme pronto, desgraciadamente esto no es de soplar y hacer botellas, son procesos complejos, plagados de detalles imprescindibles. Particularmente con los países asiáticos, países para los cuales la paciencia es la mayor virtud, tales tratativas toman “normalmente” alrededor de una década, como ocurre con el amistoso Japón. Al cabo de treinta años, Ecuador ha vuelto a ser parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el organismo con mayor capacidad de decisión del sistema.

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La posición con respecto a la guerra de Ucrania ha sido clara y firme. En conjunto, el país se ha alineado con Occidente, demostrando que existe una política exterior coherente, lejos de la actitud inhibida, alejada de las grandes cuestiones planetarias, que caracterizó al país en el siglo XX. El correísmo nos sacó de esta postura tímida, ¡para alinearse en el lado de los malos, de los despotismos tiránicos y corruptos! Hemos encontrado nuestro lugar y está en el mundo libre como nos corresponde por nuestra herencia histórica y cultural. ¿Una gestión perfecta? No, hay papeletas que resolver, por ejemplo, se acierta al restringir las relaciones con las dictaduras de Venezuela y Nicaragua, entonces ¿qué corona le ven a Cuba con la que se sigue colaborando? Superando el servilismo de la última dictadura, se debe tener un entendimiento juicioso y realista con China, pero valdría demostrar nuestra preocupación con respecto a los conflictos en los mares de Asia Oriental, que forman parte de nuestro océano Pacífico y todo lo que ocurre en esta colosal masa de agua, sucede en nuestra puerta. Hay temas dolorosos como los migratorios o peliagudos como la cuestión del narcotráfico, pero sus soluciones trascienden lo diplomático, para adentrarse en lo social y económico... en fin, queda trabajo que hacer. (O)