A muchos ecuatorianos les ha sorprendido la designación de adultos jóvenes en el gabinete del presidente Daniel Noboa. Pero ¿hay razones para preocuparse?

Corría el año 2007 cuando me reconocí como inmigrante digital versus nativa digital, términos popularizados por A. Piscitelli. Los nativos digitales, generación Y o millennials, nacieron entre los años 80 y 90, tienen la tecnología adherida a sus cuerpos, manteniéndose conectados a personas e ideas.

Los millennials tienen hoy entre 30 y 40 años, son creativos, innovadores, experimentan frecuentemente, no temen fracasar, se adaptan a cualquier contexto, aunque prefieren el universo gráfico al textual. Grandes consumidores (no por acumular cosas sino por su breve goce), son también knowmads, multiculturales y tolerantes en cuanto a sexualidad, religión o etnicidad. Cuidan de su figura y medioambiente, gustan de mascotas y no se apresuran en casarse o tener hijos.

El individualismo que caracteriza a muchos ilustra las difusas líneas entre las esferas pública y privada (lo vemos en los denigrantes programas de farándula), lo que no se traduce en que “sus problemas se conviertan en problemas de los demás”, enfatiza el joven periodista italiano T. Leoncini en Generación líquida, obra póstuma de Z. Bauman.

En un interesante diálogo intergeneracional, Bauman y Leoncini conversan sobre las principales transformaciones en la era 3.0: en la piel (tatuajes, cirugía plástica), en la agresividad (acoso escolar), en la sexualidad y el amor (decadencia de tabúes en el comercio electrónico sentimental). El resultado, añade Leoncini, “es la muerte de la política (…), de la acción política del ciudadano en el debate público”.

De allí que piense como un acierto de Noboa la elección de millennials, formados académicamente y con el deseo de reconquistar el espacio político para ocupar ministerios, junto a profesionales de amplio recorrido y experiencia en puestos clave (12 hombres y 12 mujeres entre 25-60 años) para darle un giro a las prácticas políticas en el complejo universo de hoy. El Gobierno camina con prudencia en campos minados, considerando que el mayor problema del país es la seguridad. Los primeros pasos en la legislatura avizoran la importancia crucial de brindar empleo a los jóvenes.

Es imposible mirar el mundo solo desde la óptica nuestra porque ese mundo ya no existe, es irrevocablemente distinto, por lo que no podemos asumir que lo que era ‘normal’ lo sea ahora para evaluar a la generación líquida, que no cuenta con mayores referentes que la orienten y se enfrenta, además, a la falta de oportunidades y a un futuro incierto.

Es común que nos incomodemos mutuamente porque, como señala Bauman, los mayores tendemos a pensar que ellos nos desordenan el mundo que tanto nos costó construir y los jóvenes sienten el impulso de ordenar lo que nosotros, desde su visión, hemos estropeado. ¿No tenemos todos algo de razón?

Los filósofos griegos consideraban que a los 50 años los ciudadanos podrían estar listos para gobernar y que a los 35 tenían que bajar de las alturas a la caverna del mundo real. Pero, claro, han pasado casi 2.500 años. (O)